- Primero fue Jordi Cuixart, que nunca quiso estar en la primera línea política y hasta abandonó la presidencia de Òmnium, y ahora es Jordi Sànchez. Los Jordis, pareja referente del procés y del espacio civil, sobre todo en aquella actuación frente a la conselleria de Economía del 20 de septiembre de 2017 por la que acabaron encarcelados, se apartan del foco aunque eso no signifique abandonar sus objetivos.

Sànchez era un hombre de Artur Mas y próximo a David Madí. Puigdemont le escogió para ser secretario general de Junts porque se aplacaba así la guerra interna entre las distintas corrientes. Los detractores del expresidente de la ANC le acusan de haber gobernado de forma endogámica y hermética despertando recelos en sectores clave. Ha chocado tanto con Jordi Turull, con ascendencia en el mundo posconvergente, pero especialmente con Laura Borràs y Elsa Artadi, que decidió no entrar en el Ejecutivo después del pacto in extremis que convirtió en president al republicano Pere Aragonès. Fue Sànchez quien condujo a este gabinete a consellers como Victòria Alsina y Jaume Giró.

“Hay que hacer lo que decimos”, manifestó Sànchez, que no deja la política ni Junts. “Esto no va de agendas personales ni de opciones personalistas que permiten tener minutos de gloria. Esto va de un proceso colectivo”, dijo en su último discurso, refiriéndose a la necesidad de que al congreso se llegue con una lista única pactada, para lo que pidió “generosidad”. Eso sí, en una entrevista a El Periódico de Catalunya marcó el camino a Turull: “Sería un gran secretario general”.

La ejecutiva está integrada por 20 personas y quien dejará de ser secretario general se ha quejado de falta de “lealtad”.