De vez en cuando, la televisión emite programas que inducen al vómito sin que por ello se les clasifique en la categoría de “corazón”, o “vísceras”, o simplemente “cotilleo”. Lo que los telespectadores pudieron ver y oír en el programa Salvados del pasado domingo fue tal montón de mierda, que muy bien podía esperarse que a la salida de la sede de La Sexta el excomisario entrevistado por Jordi Évole fuera detenido, esposado y encarcelado por sus implicaciones confesadas en los episodios más turbios de las cloacas del Estado durante los últimos años. Por lo mismo, y como consecuencia del ventilador que José Manuel Villarejo puso en marcha en el programa, deberían haber desfilado por los calabozos los políticos, jueces, policías y periodistas que citó como implicados en ese estercolero. El excomisario José Manuel Villarejo es un viejo conocido desde su paso por la Comisaría de Donostia hacia 1975, donde se empleó tan a fondo en la tarea antiterrorista que se ganó la Cruz al Mérito Policial. En 1983, justo cuando comienzan a actuar los GAL, solicitó una excedencia de diez años en los que se dedicó a los negocios llegando a controlar 46 empresas y rentabilizando el conocimiento acumulado a través de trabajos de investigación como detective, tanto por encargo de organismos públicos como privados. Chapoteó Villarejo durante esos años en lo más infecto de las cloacas del Estado, reincorporándose en 1990 como agente encubierto para la Secretaría de Estado de Interior. Aquella cínica afirmación de Felipe González en plena orgía asesina de los GAL, lo de “el Estado de Derecho también se defiende en las alcantarillas”, no se quedó solo en los primeros años de la transición. El excomisario Villarejo hizo una descarnada descripción de las alcantarillas de ese supuesto Estado de Derecho llamado España, por las que desfilaron espías, diputados, dirigentes políticos, magistrados, al mismo ritmo que millonarios, arribistas, rastacueros y mangantes de la peor ralea. De todos ellos sabe Villarejo. Él, que se ha movido como pez en el agua con varios gobiernos prestando servicios a políticos, empresarios y periodistas de confianza, no tuvo ningún reparo en ponerlos a todos a merced del ventilador salpicando de mierda y corrupción lo mismo al emérito que al Pequeño Nicolás, que para todos hubo. Es alucinante que un personaje tan turbio, tan peligroso, tan enfrentado a los servicios oficiales de Inteligencia, tan experto en moverse en las aguas pestilentes de las letrinas del Estado durante tantos años, haya sido reclutado por el anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para ocuparse de “los temas de Catalunya” siendo también condecorado por ello. Gracias, o por culpa de la entrevista, el gran público pudo enterarse de que los sucesivos gobiernos han echado mano de espías profesionales como Villarejo, de que sigue siendo necesario filtrar a la prensa noticias falsas, o fabricar pruebas contra los rivales políticos, o desviar la atención para ocultar prácticas corruptas. En su flemática, obscena y perversa agitación del ventilador de la mierda, el excomisario Villarejo exhibió el funcionamiento camuflado del Estado en un horario televisivo de máxima audiencia. No se cortó en sus acusaciones al director del CNI, a Margarita Robles en su antiguo cargo de secretaria de Estado de Interior o al exdirector de la Policía Ignacio Cosidó, habló de informes por encargo contra Baltasar Garzón, de amenazas a una amante del rey emérito, de intentos de torpedear la investigación sobre Bárcenas, de ocultación de pruebas sobre los GAL, de puñaladas traperas entre policías, jueces, políticos y espías. Lo más desolador de este panorama de cloaca, es que el mismo que activaba ante Jordi Évole el ventilador era también partícipe y protagonista de ese pozo séptico.

Villarejo se despachó a sus anchas, ahora que no cuenta con la protección de Interior, ni convoca a los periodistas para soplarles infundios y campañas de desprestigio, ni siquiera está en primera línea. Ha pretendido ejercer de profeta apocalíptico, pero al mismo tiempo dar aviso a navegantes sobre lo que sabe, sobre lo que calla, sobre cuántos puede todavía llevarse por delante. Y es que sobre él cuelga la espada de la Justicia, imputado por delitos de revelación de secretos y pertenencia a organización criminal por grabación ilegal, manipulación y difusión de conversaciones entre policías y miembros del CNI, por ser el autor de informes falsos para frenar el soberanismo catalán y acusado del apuñalamiento de una dermatóloga de Madrid amenazada por un empresario. Como pude verse, este angelito buceó, bucea y buceará en las cloacas del Estado. A saber cuántos más están en ello.

Este es el estado real del Estado desnudado ante millones de telespectadores, mientras desfilan ante el juez políticos a centenares, mientras se condecora a un exministro del Interior reliquia impresentable del franquismo con orden internacional de busca y captura. Mejor que salgams cuanto antes de esta cloaca.