Llega una fecha marcada de manera destacada en nuestro calendario, desde que se celebrara en Bilbao por primera vez en 1932. Aberri Eguna, Día de la Patria Vasca. El día en que vascos y vascas celebramos la existencia de Euskadi como nación. De Euskadi de acuerdo al término que acuñó Sabino Arana como expresión política, como reivindicación nacional, de lo que hasta entonces había tenido una simple expresión cultural y muchas veces folklórica y vacía de significado político, los territorios de Euskal Herria. Más de ochenta años en los que esa reivindicación nacional se ha mantenido viva de diferentes formas: en Euskadi y en la diáspora, en la calle o en la intimidad de las familias, en libertad o en la clandestinidad, entre la multitud o en el pequeño grupo que encendía, y enciende, una hoguera en la cumbre de la montaña. Un día en el que otro de nuestros símbolos nacionales, la ikurriña, ha estado presente en todas esas formas de celebrarlo, mucho más reivindicativa que el resto del año.
Uno de esos días en los que se siente la necesidad de mirar atrás y recordar con nostalgia a todos aquellos que ya no pueden celebrarlo entre nosotros, pero que nos marcaron el camino para que lo hiciéramos y, además, para que lo pudiéramos hacer en libertad, sin tener que arriesgar lo que ellos arriesgaban, un año tras otro, en sus valientes salidas cada Domingo de Resurrección. En definitiva, para recordar a todos aquellos que, con su ejemplo, nos aportan una poderosísima razón para festejar este día y seguir reclamando para Euskadi los mismos derechos, ni uno más ni uno menos, que disfrutan el resto de las naciones que, en un momento de la Historia, pudieron aprovechar la ocasión para convertirse en realidades estatales. Incluidas, por supuesto, las de aquellos ciudadanos del mundo que, con la tranquilidad que les da saber que sus reivindicaciones nacionales están ya satisfechas desde largo tiempo atrás, hoy nos miran por encima del hombro y con cierto desdén mientras conmemoramos Aberri Eguna.
Pero la mirada hacia atrás, siendo necesaria, no es la única ni la más importante que debemos exigirnos este día. Justo delante nuestro hay un futuro apasionante que nos espera. Eso sí, no lo hará eternamente, sino solo en la medida en que seamos capaces de afrontar los retos que nos presenta. El mundo está cambiando, muchos de los principios que lo han venido rigiendo están en entredicho mientras aparecen nuevos paradigmas. En un entorno más cercano para nosotros, gran parte de esos principios de los órdenes económicos, territoriales, de conformación del propio sistema político, están siendo cuestionados y no debemos dejar pasar la ocasión de poner nuestra propia propuesta, la de la voluntad de la mayoría de la ciudadanía vasca, encima de la mesa y hacerla realidad.
En nuestra mano está que nuestras reivindicaciones nacionales como vascos y vascas encuentren su propio espacio en este futuro cercano. Un futuro que pase por la libertad, por la convivencia, por el respeto a las decisiones tomadas de forma libre y democrática por nuestra sociedad. Sin palabras huecas que solo generan frustración. Empujando con fuerza hacia adelante. El primer paso lo damos este próximo domingo, participando activamente en los actos de Aberri Eguna, y necesitamos seguir dándolos y los vamos a dar, sin descanso, hasta poder decidir democráticamente nuestro futuro como pueblo. Hasta poder permitirnos el lujo de celebrar nuestro Aberri Eguna como algo meramente festivo.