El viaje catalán

EL Gobierno catalán, con el respaldo de la mayoría de su Parlamento, sigue adelante en el viaje a su Itaca particular, la soberanía. Artur Mas ha hecho público el contenido de la consulta que quiere hacer a los catalanes y que consta de dos preguntas: si quieren un Estado catalán y, en el supuesto de que la respuesta sea favorable, si quieren que ese estado sea independiente. He de confesar que la doble pregunta me ha sorprendido, como supongo ha sorprendido a muchos. Y tras la sorpresa inicial, me ha seguido sorprendiendo.

La primera sorpresa se debe a que esperaba una pregunta, no dos. Sin embargo, que sean dos tiene sentido, porque lo que, en teoría, pretenden los nacionalistas catalanes es conseguir apoyos para el cambio del estatus político de Cataluña. Sería, utilizando un símil natatorio, lanzarse a la piscina tratando de que en ella haya la suficiente cantidad de agua como para que no se produzca una fractura de cuello por impacto traumático con el fondo. Analizando la cuestión sin tener en cuenta el contexto político institucional, la doble pregunta sería una jugada redonda. A sabiendas de que la opción independentista puede acabar debilitándose y no llegar con la debida fuerza a las urnas, pareciera inteligente dejar una alternativa válida a quienes pueda dar vértigo esa opción pero deseen un estatus para Cataluña diferente del actual. De esa forma, se reduciría el número de quienes votarían no al estado propio, dejando así en minoría a quienes responderían con sendos noes a ambas preguntas. La jugada sería astuta, porque en el peor de los casos eso permitiría al nacionalismo catalán conseguir dos objetivos importantes. Uno sería la consagración del principio de que el futuro político de Cataluña depende de la voluntad del electorado catalán, con las consecuencias que ello pudiera tener en el futuro. Y el segundo sería que se facilitaría un concierto económico y, seguramente, una especie de "concierto político" similar al que en su día propuso Íñigo Urkullu para Euskadi, que se basaría en un sistema de garantías bilaterales en las relaciones entre el "estado propio" y los poderes centrales del estado español. Esta sería una solución satisfactoria para una parte importante de CiU y un sector menor pero significativo del PSC.

Pero como antes he sugerido, esa sería la lógica que operaría en el supuesto de que el contexto político institucional fuera a permitir esa vía. Pero no la permitirá, y de ahí que siga estando sorprendido. Porque Rajoy, al igual que hubiese hecho Pérez Rubalcaba, llevará este asunto a los tribunales y paralizará la consulta. De entrada, esa paralización aumentará el enojo de una mayoría de catalanes y alimentará la frustración que no ha dejado de crecer desde el "cepillado" del Estatut. Si Artur Mas está en lo cierto, las urnas darán cauce a esa frustración, ya que, al parecer, pretende convertir en referéndum consultivo las próximas elecciones autonómicas. Se supone que así conseguirá, por un lado, cargarse de legitimidad de cara a una posterior negociación con el gobierno central y, por el otro, ganar las elecciones y seguir siendo president de la Generalitat.

Sin embargo, no está nada claro que de esa forma consiga ni una cosa ni la otra. Las travesías políticas son, como las de los héroes mitológicos, azarosas, pero lo son de un modo diferente. Y el nacionalismo catalán corre en esta tesitura un gran peligro, el de que el viaje emprendido no conduzca a ninguna soberanía, a ninguna Itaca, y que al final acabe resultando un viaje a ninguna parte.

@Un_tal_Perez

Un tal Pérez

JUan Ignacio Pérez