enrique santarén
Bilbao
Hace veinte años, cuando él solo contaba 16, ETA asesinó a su aita de dos tiros a bocajarro delante de sus propios ojos. Codo con codo. A su lado. Iba de copiloto en el coche con el que su padre, Joseba Goikoetxea, sargento mayor de la Ertzaintza, le llevaba al colegio. Un semáforo en rojo, el coche que se detiene y una sombra que, a traición, siega una vida y destroza una familia para siempre.
Dos décadas después, Jose Goikoetxea, el orgulloso hijo mayor del sargento, ha dejado atrás el odio y es también ertzaina. Como su aita. Como siempre ha querido. Su padre fue un pionero, de los que pusieron los cimientos de la Policía vasca. Él, en cambio, es de la última promoción. Sin privilegios. Y, paradojas de este país, le ha tocado participar, por ejemplo, en los desalojos de los muros populares en el Boulevard de Donostia y en Ondarroa -en ambos, además- con los que la izquierda abertzale trataba de impedir la detención de varias personas condenadas. Y allí, en primera línea en ambos operativos, ha tenido que escuchar lo indecible. "Me llamaron de todo. Me llamaron asesino. Y tú, estoicamente, aguantando y aguantando y tratándoles lo mejor posible", subraya.
Joseba Goikoetxea fue una figura clave en la pequeña historia de Euskadi de los últimos años hasta aquel 22 de noviembre de 1993 en que un comando de ETA acabó con su vida en un semáforo de la calle Tívoli de Bilbao cuando contaba 42 años de edad. Militante abertzale desde joven y comprometido con la lucha por la libertad, estuvo en la cárcel durante el franquismo. Salió a la calle con la amnistía de 1977. A partir de entonces, continuó su militancia en la formación jeltzale y en 1976 volvió a ser detenido por distribuir el órgano del PNV Euzkadi, que era ilegal. Ya en 1980 pasó a formar parte de Berroci, el embrión de lo que posteriormente sería la Ertzaintza, donde llegó a ser el responsable de la unidad de información.
contra el PNV Su asesinato hace hoy 20 años causó una fuerte conmoción, ya que fue el primer ataque directo contra un miembro del PNV y de la Ertzaintza. A partir de entonces, nada volvió a ser igual.
Jose, su hijo ertzaina, se deshace en elogios al recordarle. Es un mocetón de 1.90, abierto, alegre y profundamente sincero. En su rostro, en su forma de hablar, en sus palabras, demuestra una humanidad y una dignidad a buen seguro heredadas de su madre, Rosa Rodero, una de las primeras víctimas que en este país ha hablado de la necesidad de no odiar, de reconciliación, de perdón. Junto a su mujer y a su hijo de dos años que no para un segundo, Jose se abre por primera vez y habla con total franqueza. Su cara irradia felicidad.
"Era un gran padre. Una persona a la que sobre todo le gustaba estar mucho con nosotros. Era muy muy familiar. Nos trató siempre, desde que nos conoció, como sus hijos ", arranca. Y es que Jose y su hermana eran fruto de un matrimonio anterior de su madre. Joseba llegó cuando él tenía 8-9 años. "Éramos sus hijos. Y para nosotros era aita. Para todo, en todos los aspectos, era nuestro padre", recalca. Hasta el punto de que se han cambiado el apellido. Es un Goikoetxea. "Tramitamos el apellido hace unos cuatro años", recuerda ayudado por su mujer, gracias al cálculo del tiempo que llevan casados. "El juez admitió que a nosotros se nos consideraba hijos de Joseba a todos los efectos. La gente nos trataba con su apellido, hasta el correo me llegaba a casa como Goikoetxea".
el atentado La imagen de su aita está grabada a fuego en la memoria de Jose. "Se preocupaba muchísimo de mí, de que estudiase, de que fuese por el buen camino... estaba muy encima. Yo le recuerdo como un muy buen padre", rememora.
Pero todo cambió aquel maldito día en aquel "puto semáforo". Cuesta pedir a una víctima que reviva un momento tan trágico. Sobre todo si, como Jose, lo recuerda "todo" como si fuera ayer.
- "Si quieres, te lo relato", suelta.
- Adelante.
- "Fueron dos impactos contundentes. A mí me chocó tanto que giré la cabeza a un lado, recuerdo cómo mi padre caía contra el volante, se quedaba dada la bocina... yo salí despedido por la puerta, caí al otro lado del coche. Vi a la persona. Me giré y vi a la persona, que iba con un pasamontañas puesto hacia arriba, pero le reconocí la cara. Y le vi cómo se marchaba, y cómo había otra persona que le esperaba más adelante, a la que no llegué a reconocer. Lo recuerdo todo. Intenté reaccionar saliendo detrás de ellos, pero una señora me paró".
- ¿Qué se pasa por la cabeza en esos momentos?
-"En ningún momento pensé. Si llego a haber pensado, seguramente hubiese cogido el arma de mi padre y me lo hubiera llevado por delante, porque yo entonces tenía 16 años, era consciente, sabía manejar un arma porque mi padre me había enseñado. Si lo llego a pensar lo habría hecho. No pensé. Del susto caí a un lado, al oír el ruido tan fuerte. Cuando vi a una persona corriendo, lo único que hice fue salir detrás de él. Una señora, que nunca sabré quién es, me cogió, me agarró y me gritó dos veces "¡Estás loco, que va armado!", y ya me tiré al suelo, de impotencia, y ahí me quedé, esperando..."
La primera espera duró cinco interminables y agónicos días, los que Joseba Goikoetxea, con un tiro en la nuca y otro en la zona lumbar, tardó en morir.
Del relato de Jose no sorprende tanto su precisión como sus palabras. No habla de "asesinos" o "terroristas" para referirse a quienes le arrebataron a quien tanto amaba. "Personas". Personas que disparan. Personas que huyen. Personas que esperan. Personas que le hicieron sufrir lo que nunca imaginó.
"Fue algo traumático, unos años muy difíciles. A mí me pilló en una edad muy mala, tenía 16 años, y con dos hermanas pequeñas. Hubo unos 3-4 años que era difícil aceptarlo. Yo a mi madre no le permitía sufrir. Quería hacerme el duro. Si había algún otro atentado y mi madre normalmente lloraba, yo no se lo permitía, me enfadaba muchísimo con ella. No quería que llorase por nada. Quería hacer ver que éramos duros, que había que tirar para adelante. Yo me hice muy duro, muy duro pero cerrado. Eso es malo. Luego me ayudó la familia a superarlo y aprendes a aceptar las cosas como son y, como dice mi madre, a perdonar, que en aquella época no podía. Me cerré totalmente. Yo había perdido a un padre, y además delante de mí. Fue muy traumático".
Con 16 años, una madre viuda y dos hermanas pequeñas, Jose "el duro" -nunca echó una lágrima en aquella época, "ni en los funerales"- quiso convertirse en el cabeza de familia. "Estuvo mal, lo sé. Estaba claro que no podía. Con el tiempo maduras y ves que era un niño de 16 años que quería actuar como una persona de 40", reflexiona. Ahora con 36 años, reconoce que quien tiró hacia adelante fue su madre. "Ha sido la que peor lo ha pasado. Ha tirado de nosotros, pero lo pasó muy mal. Además fue trágico porque cada vez que mi madre se sentía mejor, había otro atentado y muchos eran amistades de mi padre y también de ella, como Montxo Doral, y otros estaban amenazados".
"duro y frío" Las consecuencias sicológicas del atentado fueron duras también para Jose. "Lo he pasado muy mal interiormente, pero tenía una fachada mucho más dura que la de mi madre. Tenía mucho odio dentro, mucha rabia, pero no la expresaba. Tuve problemas para concentrarme a partir de entonces, no era capaz de concentrarme ni de darle importancia a cosas afectivas... me hice muy duro, frío. Tenía toda esa inquina de que te han quitado a tu padre".
Sin embargo, su recuerdo siempre va hacia su madre: "De lo que más me arrepiento de aquella época es no dejarle a mi madre llorar. Nunca la dejé".
Además, presenciar el atentado tuvo otras consecuencias. "No podía parar en los semáforos. Me ponía nerviosísimo. Hasta que lo superé, pero me costó mucho. Es más, en el semáforo de Tívoli a día de hoy paso muy mal rato". Su mujer corrobora esta secuela y recuerda que obligatoriamente tienen que pasar por ese semáforo cuando van a ver a un amigo. "Es llegar a ese semáforo y tengo por necesidad que mirar para atrás, como si fuera a venir alguien", dice mientras vuelve la cabeza, quizá hacia aquella sombra, ahora felizmente imaginaria.
Pero todo se supera. Lo hace recordando a su padre, quién fue y lo que representó. "Mi padre murió luchando por lo que había vivido toda su vida. No murió de forma absurda, murió luchando. Y siempre me va a quedar que es una muerte mucho más digna", dice orgulloso.
Siempre quiso ser ertzaina, como su aita. "Toda la vida". Pero se graduó hace solo tres años, una vez que en Euskadi se acababa el terrorismo. "Es que en casa hacerlo antes hubiese sido muy duro", reconoce. Recuerda a su padre como un hombre feliz con su labor y ahora él se siente "muy feliz y muy contento" de seguir sus pasos.
"Estoy viviendo algo que él ya vivió en aquella época: disfrutar con lo que hacía. Disfruto mucho -mira a su mujer, que asiente-. Voy al trabajo contento. Soy feliz yendo a trabajar, porque creo en la empresa que represento, en los motivos por los que se formó y me hace sentirme orgulloso estar ahí".
ertzaina Alguien puede pensar que hacerse ertzaina ha sido un intento de emular a Joseba Goikoetxea. "No es un homenaje a mi aita. Ahí sí que lo tengo claro: nunca me podré comparar con él, ni lo que hizo. Y no voy por ese camino, porque si no, lo voy a llevar muy mal. Es más lo que me gusta hacer, y que creo que puedo hacer bien", subraya.
Su trabajo nunca ha sido fácil en Euskadi. Ahora, salvando las distancias, tampoco.
"Me tengo que enfrentar muchos días a gente que piensa como los asesinos de mi padre y que me llaman de todo en una línea policial. Y ahí estoy. Lo soporto", relata.
"Lo que más que irrita trabajando como ertzaina es encontrarme en una línea de contención (en el Boulevard en Donosti o en Ondarroa) y que en la primera línea, chicos de 17-18 años, muchos que no sabían lo que significaba, estuviesen cantando, en contra de nosotros, el Lepoan hartu. No saben lo que significa, quiénes eran los que estuvieron luchando. Me duele que asuman ciertas canciones como propias. Esa canción es de los gudaris y de los que lucharon en la época franquista, entre ellos mi padre. Pero no de los de ahora. Era la canción de mi padre".
Jose ya lo hizo, se echó al hombro a su aita, intentó hacerlo con su familia en su mentalidad de 16 años y siguió adelante. Siempre adelante.
"Me enfrento muchos días a gente que piensa como los asesinos de mi padre y que me llaman asesino a mí"
Jose, hijo del sargento de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea y que estaba a su lado cuando ETA perpetró el crimen hace 20 años, es también ertzaina
Cartel para el homenaje a Goikoetxea de hoy en Bilbao. Foto: J.M.Martínez
Jose Goikoetxea posa en su casa. Foto: josé mari martínez
"Mi padre murió luchando por lo que había vivido toda su vida y ésa es una muerte mucho más digna"
"De lo que más me arrepiento de aquella época es de no dejarle a mi madre que llorase. Nunca la dejé"