Washington. Si bien los segundos períodos de los presidentes norteamericanos recientes han sido marcados por escándalos, Barack Obama llega en un momento histórico favorable tras su victoria sobre Mitt Romney con más claridad de lo que decían las encuestas. Todos recordamos a Richard Nixon y Watergate; Ronald Reagan y el caso Irán-Contras; Bill Clinton y Monica Lewinski; y George W. Bush con Irak, las torturas y la debacle económica que aún hoy estamos sufriendo. Obama, como el 21º presidente que gana reelección, busca romper esta especie de mal fario.
Para ello, Obama ha tenido que remodelar profundamente, probablemente más de lo que hubiera deseado él mismo, el gabinete con el que trabajará. Sin grandes nombres propios como Hillary Clinton, Robert Gates o Leon Panetta, el presidente apuesta por la diplomacia en la solución de conflictos, así como su apego a una política antiterrorista que es cuestionada.
Además, sus nombramientos sugieren que la política presupuestaria y el cambio climático tendrán también un papel preponderante, mientras el presidente se ha involucrado personalmente en impulsar una reforma migratoria y un mayor control de las armas de fuego.
Su nuevo secretario de Estado, John Kerry, lleva la diplomacia en los genes, es partidario del diálogo y la negociación con otros países y desde el primer momento dijo que quiere "trabajar por la paz". Esta misma semana en su primer gran discurso advirtió que "enviar diplomáticos hoy es más barato que enviar tropas en el futuro".
El propio Obama, en el discurso de su segunda investidura del 21 de enero, prometió "coraje" para resolver "pacíficamente" las diferencias con otros países y abogó por dejar atrás "las sospechas y el miedo" en las relaciones internacionales.
Su designación para dirigir el departamento de Defensa, el ex senador republicano Chuck Hagel, va en la misma línea. "Mi política es de prevención, no de enfrentamiento", afirmó en el Senado la semana pasada Hagel, quien subrayó asimismo que la guerra de Irak fue "la peor y más peligrosa" decisión tomada por Estados Unidos desde Vietnam. Para dirigir la Agencia Central de Información (CIA), el presidente se ha decantado por John Brennan, su asesor para la lucha antiterrorista en la Casa Blanca. El ascenso de Brennan, quien afronta a una dura audiencia de confirmación en el Senado, supondrá, según expertos, un fomento del uso de drones (aviones no tripulados) para ataques selectivos contra supuestos terroristas en el extranjero, una cuestionada práctica que Estados Unidos ha potenciado desde 2009 bajo su supervisión.
Si la crisis económica marcó el primer mandato de Obama, ahora la recuperación es otra de las prioridades y para estar al frente del Departamento del Tesoro el elegido es Jack Lew, exjefe de gabinete del presidente y experto en batallas presupuestarias. Lew deberá liderar las negociaciones para elevar el techo de la deuda antes del 19 de mayo, un proceso que ha pasado de ser una rutina a un duro pulso entre republicanos y demócratas sobre cómo poner las cuentas públicas en orden. En cuanto a la "amenaza" del cambio climático, Obama considera que no responder a ella sería una "traición" a las generaciones futuras y parece decidido a actuar. Así lo apunta al menos su decisión de proponer a Sally Jewell, una premiada y reconocida ecologista, para este Departamento. Otras dos de sus prioridades, la reforma migratoria y un mayor control de las armas, involucran a miembros de su gabinete que empezaron con él y se quieren quedar hasta el final, como las Biden , que ganará peso en esta nueva etapa, Janet Napolitano, Kathleen Sebelius y Arne Duncan.