S ENTIDO, espontáneo, alejado de clichés y discursos prefabricados. Jesus Mari Larrazabal ha dejado huella en el Parlamento Vasco, y eso que apenas ha cumplido un año al frente de EA en la Cámara, un año en el que ha emprendido una quijotesca batalla contra la Mesa de la Cámara, se ha implicado especialmente en iniciativas de lucha contra la pobreza y ha tratado de convencer al lehendakari, sin éxito, de que lo de la izquierda abertzale va en serio.

El profesor guipuzcoano, más tendente al exceso verbal que a la contención, se ha terminado por ganar el cariño de sus compañeros precisamente por eso, y así ha quedado patente en los últimos días, en los que parlamentarios de todo pelaje político le han despedido desde la tribuna. El propio lehendakari le ha manifestado su afecto, seguramente porque es un político que siempre dice lo que piensa, y eso le ha hecho diferente en un foro en el que hay que medir muy bien lo que se expresa.

Ayer le tocaba hablar por última vez en el Pleno, y con la complicidad de la presidenta, retiró su punto y se despidió. Prometió brevedad, como siempre, y se extendió un tanto, también como siempre, esta vez citando a Aristóteles, a Kavafis y a Sarrionandia.

Larrazabal está convencido de que ha hecho "buenas amistades", y cree que "que ninguna enemistad". La presidenta se lo confirmó: "Le puedo asegurar que le echaremos de menos", se despidió Quiroga.