época interesante, aunque principalmente de cara al futuro. No nos ocupa tanto lo que ocurre ahora mismo como lo que está por venir. Y me da un poco de vértigo esa sensación, lo confieso, porque parece que viviéramos en una especie de montaña rusa en la que se nos ha prometido un final feliz que nunca acaba de llegar. Y no hablo de las ya muy cercanas elecciones y de todas las expectativas que eso conlleva. Todos los partidos optimistas a la vez que temerosos ante la posible respuesta del pueblo, al que seguro que colmarán de promesas ilusionantes en busca de sus votos. Ya veremos después si cumplen o no, como siempre, pero de momento todo son pájaros y flores. Y tampoco me refiero a la prometida revitalización del centro de Vitoria que de unos meses acá solo se traduce en más comercios cerrados que nunca. El presente es oscuro por mucho que nos auguren un futuro esplendoroso. O a ese Palacio de la Música que ya veremos si vemos, al AVE que ya nos anuncian desde Burgos aunque falten las vías, al remozado campo de fútbol que decían que sí pero que igual va a ser que no, la rehabilitación del teatro Principal... Que no me refiero a todo esto, que no. Lo que me aturde ahora es que se va acercando la selectividad y empatizo con todos esos desorientados adolescentes. ¿Se acuerdan?