se acaba de morir Terry Jones, director de La vida de Brian y madre del protagonista, y no se me ocurre mejor tributo a su memoria que volver a ver una película que debería formar parte del currículo de la ESO, porque es un tratado de filosofía, antropología y ciencia política contemporánea concentrado en hora y media. La vida de Brian nos enseña que los seres humanos somos profundamente manipulables porque preferimos que otros piensen por nosotros y nos señalen el camino, que necesitamos ídolos a los que adorar porque nos sentimos frágiles, pequeños y perdidos, que es más fácil azuzar a la masa ingente que a las personas individuales, que nuestras palabras son inútiles si nuestros hechos no las avalan, e incluso nos enseña a declinar correctamente el latín. La peli desenmascara a los líderes que sacrifican a su gente y salen corriendo cuando toca mojarse siquiera un poquito, y pone de manifiesto, con liviana resignación, que la mezquindad y los recelos siempre flotan sobre las causas nobles, como el aceite lo hace en el agua, y acaban asfixiándolas. Y a pesar de todo, el mensaje radical de La vida de Brian es que no nos tomemos nada demasiado en serio y que, sobre todo, miremos siempre el lado bueno de la vida, aunque a veces haya que hacerlo con cierta sorna.