Hoy toca una de surrealismo y denuncia. La alcaldesa de la localidad gala de La Gresle, próxima a Lyon, ha dictado una ordenanza que dice así: “Está prohibido que los habitantes mueran en sus casas en el territorio municipal los sábados, domingos y festivos, por tiempo indefinido”. Leo esto y no puedo menos que imaginar algún microcosmos digno de Tom Sharpe tipo Wilt. Pero no. La medida de la alcaldesa es un “absurdo”, como ella reconoce, que responde a “la absurdidad del sistema”: “Las personas tienen dificultad para encontrar un médico y a veces deben recorrer muchos kilómetros para hacerse atender por uno”, explica la alcaldesa según recoge Le Progrès. “Si los problemas para conseguir un médico de cabecera o simplemente para se tratado son cada vez más críticos, ahora será necesario elegir el momento para morir o bien elegir la manera pública en la que el SAMU tiene obligación de intervenir”, concluye después de que el 1 de diciembre se tardaran dos horas y media en que un médico certificara el fallecimiento de una persona en pleno día. Así que a grandes males, grandes remedios: si no hay médicos que certifiquen fallecimientos en días festivos, pues no se muere nadie esos días y punto. Absurdo, sí; la cuestión es por qué hay que llegar al absurdo para que alguien tome medidas.