ace hoy un año, el Gobierno Vasco aprobaba la Declaración de Emergencia Sanitaria para hacer frente a la aún incipiente pandemia de coronavirus que comenzaba a hacer estragos en todo el mundo. Euskadi se convertía, así, en la primera comunidad en tomar medidas excepcionales frente a una situación que se preveía -como así ha sido- absolutamente desconocida, imprevisible y devastadora en los sectores sanitario y socioeconómico que ha afectado gravemente a la vida de todos y todas y ha causado oficialmente hasta hoy casi 4.000 víctimas mortales solo en la CAV. Muchas son las lecciones aprendidas en este año, en todos los ámbitos. La primera de ellas es, sin duda, la extraordinaria respuesta global y el compromiso ofrecidos desde el mismo inicio de la crisis tanto por parte de la inmensa mayoría de la ciudadanía vasca, que ha actuado con altas dosis de responsabilidad y resiliencia, como, de manera especialmente reseñable, por parte del colectivo sanitario que viene realizando desde el inicio un inmenso y reconocido esfuerzo, así como del resto del personal de los colectivos esenciales, todo ello bajo el paraguas de la iniciativa institucional en un escenario totalmente desconocido, inimaginable e incierto. En este año, la sociedad vasca ha mostrado una gran capacidad de aprendizaje y adaptación a este escenario cambiante que aún continuará durante varios meses. El fuerte impacto provocado en el sistema sanitario, en la vida personal, familiar y social de la ciudadanía y en el ámbito económico, con una crisis global profunda que ha golpeado a todos los sectores con una incidencia demoledora en el empleo, está mostrando la solvencia y la capacidad de superación de un modelo de país que, con los errores y aciertos en el abordaje de una situación inédita en la que nadie en el mundo puede presumir de éxito, está mostrando, junto a las flaquezas que es necesario corregir y afrontar -de hecho, ya se ha hecho-, las fortalezas y garantías para encarar el futuro. En este sentido, el anuncio realizado ayer por el lehendakari, Iñigo Urkullu, de la aprobación de un plan de rescate de empresas con un montante global de 930 millones de euros es, junto a otras iniciativas y beneficios fiscales, pasos clave en la consolidación de ese modelo compartido que, tras el aprendizaje de este año de pandemia, debe ponernos en el camino de la superación y la recuperación.