os datos del paro en Euskadi hechos públicos ayer presentan una doble lectura impresa en las dos caras de una misma moneda: la de la pandemia que ha sufrido el país, junto al resto del mundo, con toda su intensidad en el recién terminado 2020, y que se va a prolongar con terquedad durante este 2021. La Comunidad Autónoma Vasca cerró el año con 15.078 personas desempleadas más que el año anterior (un aumento del 13,21%), lo que constituye la lectura negativa, pero con un descenso de 3.196 en el número de trabajadores en paro durante el mes de diciembre, lo que apunta a la esperanza, aunque cogida con todos los alfileres y cautelas posibles. El golpe que la situación sanitaria provocada por el covid-19 ha asestado a la economía ha sido demoledor y cualquier previsión de futuro pasa por despejar la incertidumbre que se mantiene sobre la evolución de la pandemia en los próximos meses. Es habitual que cuando se dan a conocer las cifras del paro, las valoraciones vayan dirigidas a criticar o alabar las políticas de empleo puestas en marcha por los gobiernos. Los empresarios y los trabajadores, junto a los mercados en los que una economía se mueve, están sujetos al terreno de juego que dibujan los marcos legales que diseñan las instituciones públicas. En ese tablero se tienen que mover para intentar crear riqueza y empleo, con un margen más o menos limitado de intervención. En la actual situación, sin embargo, el ciudadano de a pie, cada una de las personas que conforman el país, independientemente de si forman parte de la población activa, si están trabajando, si están en el paro, si estudian, si están ya jubiladas... tienen un papel fundamental para influir en el futuro de la economía. Cada ciudadano y ciudadana puede ser un agente activo de recuperación de la economía y de la normalidad social en tanto en cuanto actúe con responsabilidad y siga a rajatabla las recomendaciones y obligaciones que establecen las autoridades sanitarias; de no hacerlo así, ese mismo ciudadano o ciudadana, que tiene en su mano llegar a la salida de este oscuro túnel en el que se encuentra sumida nuestra sociedad y el mundo entero, se convertirá en responsable en primera persona de la destrucción de empleo, de la desaparición de empresas y, en definitiva. del empobrecimiento de su país.