Los ofensivos insultos racistas y las vejatorias actitudes protagonizadas por parte de la afición del Real Club Deportivo Espanyol contra el jugador del Athletic Iñaki Williams durante el partido celebrado el sábado en Cornellà-El Prat (Barcelona), así como los duros enfrentamientos violentos entre seguidores radicales de ambos equipos, son no solo abominables e inadmisibles desde todo punto de vista, sino denunciables y, sobre todo, sancionables de manera contundente. Los gritos y las torpes onomatopeyas que el delantero bilbaíno tuvo que escuchar -y a las que se enfrentó con gallardía- proferidas por la indignante razón -más bien sinrazón- del color de su piel y con el único objetivo de ofenderle de forma grave, deben ser condenadas, como lo están siendo, por el mundo del fútbol, de la política y, en general, por toda la sociedad, pero merecen además un reproche que debe ir más allá de lo meramente deportivo. Vergonzosas actitudes como estas, que se repiten de manera cíclica, deben ser abordadas desde los mismos principios, normas y criterios que rigen en todos los órdenes de nuestra sociedad. Es decir, desde la tolerancia cero. Cualquier tipo de discriminación o manifestación de odio por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. La vulneración de este principio no es tolerable en ningún ámbito, tampoco en el del fútbol, donde actitudes racistas, machistas y de ideología radical han campado a sus anchas e incluso han gozado del amparo, la cobertura y la connivencia de los clubes. En este sentido, llueve sobre mojado y no hay normas y directrices claras para atajar estas actitudes. El hecho de que el árbitro del partido, José María Sánchez Martínez, no solo no detuviera el partido -situación sobre la que hay precedentes cercanos- ante los insultos racistas a Williams y ni siquiera lo hiciese constar en el acta del encuentro resulta indicativo de la ausencia de criterios claros. Todos los estamentos del fútbol, pero también las instituciones políticas y judiciales, están concernidos en esta batalla contra el racismo y cualquier tipo de discriminación y de violencia relacionados. Y eso pasa por atajar estos episodios mediante la prevención, la concienciación y, también, mediante medidas sancionadoras contundentes. La respuesta a estos hechos dará la medida de la voluntad real de hacerlo.