amos a ver si yo me entero, que igual me he perdido algo. Resulta que hace seis semanas el lehendakari venía algo tarde decretando el fin de las restricciones vigentes por la emergencia sanitaria. Hace sólo seis semanas. Oíamos de los partidos de la oposición cuestionar por qué en Euskadi se mantenían las restricciones cuando los habitantes de otras comunidades autónomas ya andaban libres cuales pajarillos con nuestra misma o parecida incidencia. Incluso, recuerden, aquel eterno debate de qué era eso de limitar el aforo de los estadios de fútbol con unos números tan bajos. Etc, etc.

Apenas mes y poco después de lograr nuestra ansiada libertad, ahora resulta que Iñigo Urkullu no tomó la decisión adecuada de soltarnos al completo la correa y los malos números también son consecuencia de su gestión. Y es más. Indignante para la portavoz parlamentaria de EH Bildu, Maddalen Iriarte, que "medio eche la bronca (el lehendakari) a la ciudadanía por no cumplir no se sabe muy bien qué".

¿Cumplir no se sabe muy bien qué? Diría yo que no llevar la mascarilla, pasarse por el forro las medidas de distancia social y/o higiene y olvidarse -añadiría- de que esto no ha terminado y que la pandemia continúa llevando a gente al hospital, a las UCIs y al otro mundo. Que son las mismas normas, recomendaciones o peticiones que cuando empezó todo esto. Y, si no, a las pruebas de la final del Cuatro y Medio del pasado fin de semana me remito. La escena y las palabras de Altuna lo dicen todo. Nada más que añadir.

Agua pasada, dice el refrán, no mueve molino. Pero deja barro, diría yo. Criticar a toro pasado decisiones, como en este caso, que beneficiaron el respiro de una sociedad necesitada de aire -para pulmones y cabeza- se ha convertido en una estrategia política inadecuada e ineficiente. Porque no se es creíble cuando se cuestiona a alguien por lo mismo y lo contrario. Pero, aún es peor, a mi juicio, promover la inmadurez de la sociedad a la que se representa asumiendo como principio que no tenemos culpa de nada y que quienes toman las decisiones la tienen toda. Craso error. Para que la trainera llegue a buen puerto se necesita del concurso de patrona y marineras. De lo contrario, sólo das vueltas. Como la oposición.