demás de sentirme abusador de Osakidetza, mi pluripatología me pesa al tener la general sensación de ser responsable de todas ellas, hasta que hace un tiempo los médicos me eximieron de la culpabilidad de una de las mismas al señalarme que aquel mal tenía un origen genético. De ser alguien responsable, lo habían sido los genes y los ancestros que lo transmitieron.

Ahora me inculpo de ser ancestro transmisor, pues uno de mis hijos ha padecido similar patología, y aunque no han determinado su origen, pienso que han sido mis genes. La genética es implacable.

Y de aquí para allá, me ha venido a las meninges la imposibilidad metafísica de los miembros de Bildu, empezando por su mandamás en jefe, de condenar algunas acciones violentas, como las que se ejercen contra miembros del PP.

Desde aquellos tiempos de violencia las cosas han evolucionado a bien, pero todavía han ocurrido y suceden acontecimientos desagradables que cualquier persona con una visión normalita de la democracia y de la ética debería condenar, pero resulta que las diferentes generaciones de los mismopensadores, que antaño les hacían de todo a quienes no pensaban como ellos, solo se quedan en rechazarlas, que ya es un paso, pero cuando se les habla de condenar, les salen sarpullidos.

Por un momento había pensado que eso también debe ser genético y se va heredando, hasta caer en la cuenta de que una cosa es la genética por la que, por ejemplo, heredé ser rubio de pequeño o bajito toda la vida, mientras negarse a condenar no puede ir en los genes, aunque sí sea una herencia de valores transmitida para justificar el origen de un modelo de odio a todo lo que no les parece correcto, que normalmente se lo adjudican a quien no piensa como ellos.

Una cosa es la genética y su herencia, que eso viene en los cromosomas, otra cosa es la herencia sin genética, y eso es cosa de mentes y almas.