l singular cocinero y comunicador social, nuestro Karlos Arguiñano, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Televisión como reconocimiento a las habilidades y sentido comunicativo del maestro cocinero de Zarautz, que sigue con singular frescura asomándose a la tele para conectar con la audiencia a la que conduce con cariño y sabiduría en el conocimiento de la gastronomía. En el arranque de los años ochenta, Arguiñano se asoma al mundo audiovisual con pequeñas colaboraciones en Argia y semanales intervenciones en Herri Irratia dirigido por Joxe María Otermin, primer director de una radio normalizada en euskera (Euskadi Irratia). En aquellos momentos numerosos profesionales se empeñaban en crear un medio radiofónico euskaldun coincidiendo con los inicios de la llamada Nueva Cocina Vasca de nombres señeros como Irizar, Arzak, Subijana, Berasategui, misioneros relevantes del buen hacer y decir gastronómico. El fenómeno Arguiñano se constituye como showman frente a las cámaras, a las que domina con habilidad, gracejo y humor. Este cocinero conocido y reconocido internacionalmente ha sabido combinar el conocimiento práctico de los pucheros con la explicación sencilla y directa al espectador, que se siente parte de la cocina por donde se mueve Arguiñano como Karlos por su casa. Cariñoso, picarón, conocedor de las debilidades del ser humano, el maestro de cocina construye en el mediodía de Atresmedia un espacio querido por los telespectadores, que gozan del encuentro con Karlos Arguiñano. Profesional habilidoso con cuchillos y sartenes y dicharachero con explicaciones y lecciones del buen hacer cocinero, el premio logrado es el reconocimiento público a una trayectoria profesional de un triunfador de los fogones. Todas sus intervenciones están transidas de un poderoso sentido del humor que sabe administrar y dosificar. Eterna sonrisa en su cita diaria va y viene en el trajín de preparar un pescado, construir imaginativa ensalada o presentar excelentes carrilleras. Premio merecido para un monstruo de los medios, natural como la vida misma, todo surge empático, caliente, cercano, como de casa. En dos palabras, rico, rico.