an pasado quince días desde que Luis Bárcenas decidió tirar un poco más de la manta, sin que el líder del PP haya dado ninguna explicación sobre la catarata de estiércol esparcida sobre su partido. Pasaron tres días desde que el PP se diera un soberano batacazo en las elecciones catalanas hasta que Pablo Casado convocara a la prensa y cuando se le preguntó por las revelaciones del ex tesorero y la situación del PP mirando a la popa de Vox en Catalunya, el presidente del PP salió por peteneras y ejecutó un extravagante pase de magia al estilo de los antiguos y cutres prestidigitadores rurales: ¿Recordáis aquellos pillajes a porcentaje, aquellos infames sobres de cazo, aquellas mordidas desenfrenadas, aquellas cataratas de dinero negro, aquellos fracasos electorales, aquellos compadreos con fascistas? ¿Recordáis toda aquella mierda amasada y urdida en Génova 13? ¡Abracadabra! Todo eso desaparece, vendo la sede y me voy a un mundo nuevo. ¡Toma magia!

Casado despachó de un plumazo cualquier interpelación sobre la debacle de su partido y se inventó una solución; meto a Bárcenas en su despacho siniestro de prevaricaciones y cohechos, lo envuelvo en el fracaso electoral del partido y, ¡Ale hop!, adiós a Génova 13. Y ya está. Pablo Casado y su equipo, el nuevo PP emergente, limpios de polvo y paja. Fueron otros los que convirtieron Génova 13 en la cueva de Alí Babá y con ellos Casado no tiene nada que ver, ni siquiera quiere compartir paredes ni moquetas. Casado vende la sede como quien se quita de encima una mochila llena de piedras. Sin la sede, el PP es un mundo nuevo, un mundo limpio libre de toda sospecha. Por supuesto, ningún reconocimiento de culpa, ninguna aceptación de responsabilidad, ningún borrón en su partido.

Hace falta cara, cuando le llueven chuzos por los juzgados, cuando Abascal le moja la oreja, cuando su partido es ya irrelevante en Euskadi y Catalunya, entonces va, saca pecho y anuncia una decisión taumatúrgica: vendo la sede y ¡chás!, quedo limpio. Como si Pablo Casado fuera un novato en Génova 13, como si en esa sede no hubiera trepado, medrado y conspirado desde que era un mozalbete avispado y ambicioso, como si hubiera tenido alguna otra ocupación en toda su vida adulta.

Pura magia. Casado cree que vender la sede es la solución a la crisis del PP. Vendido el edificio de Génova 13, aquí no ha pasado nada. No va a hacer falta ninguna otra reflexión, ningún reconocimiento de error, ninguna autocrítica, ninguna exigencia de responsabilidades. Como si de repente la sede le quemara en las manos, cuando ese edificio estaba bajo sospecha desde hace tantos años y nunca se les ocurrió venderlo como si les ardiese la piel. Vender la sede no es más que una maniobra de despiste para tapar el hedor de un partido en descomposición. Vender la sede es contestar "manzanas traigo" cuando se le pregunta cuál va a ser la maniobra para recobrar el rumbo perdido.

Lo peor mes que cuanto más se vaya descomponiendo el PP, cuanto más empequeñecido quede, cuanto más desorientada esté su dirección, más prosperará la extrema derecha. Y ese sí que es un peligro para la democracia.