Antes de la pandemia se ha hablado mucho de una muerte digna, cuidados paliativos testamento vital etc. y no entro en el debate de la eutanasia que para ello hay filósofos religiosos y éticos. Hay que bajar a la calle, a la vida diaria, donde miles de personas mayores llevan más de tres meses sin poder pisarla. En las residencias socio-sanitarias hay mucha tipología de residentes, adultos con demencias, ancianos, algunos con deficiencias físicas, otros con enfermedades mentales, cada uno es un mundo y tiene unas necesidades concretas y específicas; también tienen cosas en común, comparten un mismo espacio, a veces bastante reducido, comparten la vida, una vida cada vez más limitada y condicionada por la edad y enfermedades. La vida que comparten se nutre del roce con los demás, con los familiares y amigos que les visitan, con los trabajadores y con el resto de residentes con los que conviven anudando los lazos afectivos de la amistad.Con el estado de alarma se cerraron las residencias y los ancianos se quedaron aislados del mundo, los familiares no pueden abrazarles, quizás se han podido ver por videoconferencia pero si el residente es sordo malamente podrás hablar por una tablet, los trabajadores se han convertido en astronautas o ángeles caídos del cielo, vestidos con batas, gorros, máscaras, a veces con pantallas, de color blanco o azul cielo, ¿quién les reconoce?, nadie sabe quién es el ángel que les asea por la mañana. Siempre se ha defendido el derecho a una vida digna y el encierro domiciliario al que están sometidos es inhumano, los ancianos saben que están en tiempo de descuento, que el árbitro en cualquier momento pita el final. Llevan tres meses, tres, sin poder salir de la residencia, sin estar con familiares, encarcelados, bajo el delito de no ser autónomos y necesitar ayuda, ¿dónde está su calidad de vida? Las instituciones dicen que les custodian y les hacen pruebas PCR, ellos no quieren custodias que les aíslen y desubiquen de sus hábitos, ellos como todos quieren vivir, pero vivir con dignidad, no en una cárcel o jaula de oro. Los días que restan deben de estar llenos de vida, y si nos llega el final del partido, morir pero disfrutando de la vida. Ya estamos en la nueva normalidad podemos ir a Madrid, Benidorm y los ancianos ¿dónde están? Aun recluidos, no vaya a ser que se contagien de vida.