Pues ya declaró el fiscal general del Estado y sostuvo su inocencia en la filtración de la que le acusan con una convicción que hace a uno dudar de las propias. Antes lo habían hecho los guardias civiles que concluyeron que era culpable antes del juicio, y tres cuartos de lo mismo. La seguridad de tener razón siempre tiene que ser agotadora.

Pasó otro tanto en el Consejo Interterritorial de Salud que convocó la ministra del ramo. Mónica García pedía los datos de cribados de detección de cáncer a las autonomías y algunas de las gobernadas por el PP que se negaban antes, cumplieron ayer. Pero, otras, cargaron contra el mensajero: que si no hay sistema homologable para todas a la vez, que si la información no la van a entregar en un excel...

Y quienes esperaban el resultado de la prueba siguen dudando si alguien se la hizo, si alguien la analizó y si alguien, en algún momento, le comunicará el resultado en tiempo y forma de afrontar lo que venga, que ojalá no sea nada. La seguridad de algunos es causa de incertidumbre para demasiados.

La gota que colma


El ‘moonwalk’ de Arnaldo

La deuda de EH Bildu. Preguntado Arnaldo Otegi por la demanda del lehendakari a EH Bildu para que salde la deuda histórica por su actitud respecto a la violencia pasada, respondió que no se le reconocen los pasos dados. Nadie debe negarlos, pero se parecen demasiado a los de un chotis, girando en una baldosa. El paso que sigue sin dar es una base ética: condenar la violencia como herramienta política que, cuando ya había urnas para expresar la voluntad democrática, pretendió suplantarla y someterla. El ‘moonwalk’, lo haga Michael Jackson u Otegi, es llamativo pero no avanza hacia ninguna parte.

En esa dinámica, la declaración de los directivos de Sidenor ante la Audiencia Nacional por la acusación de complicidad en genocidio, nada menos, tampoco sorprendió: las exigencias administrativas de la venta de acero a Israel, se cumplieron. Con igual seguridad, los denunciantes sostienen que no. El instructor tendrá que revisar papeles, porque debe ser sencillo comprobar la norma escrita, que es lo que manda. O el procedimiento administrativo es un desastre.

En la calle, estar en posesión de la verdad se mide de otro modo: se palpa, se mastica y, sobre todo, se paga. El subidón de precios de los alimentos en la última década no lo tiene que acreditar ningún juez. Se constata a diario en el carro de la compra, pero no está de más que nos recuerden que los huevos ya subieron un 76% antes de la alerta de gripe aviar. Ahora toca confinar a las aves de corral. Que no se enganchen a Netflix también ellas porque se encarecerán aún más.