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Editorial

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La Iglesia y las vergüenzas de Vox

Las andanadas racistas que decoran el discurso de Vox son una contante desde que esta formación surgiese en el panorama político nacional en 2013. Por lo tanto, no debería sorprender el cariz de sus proclamas al respecto y los titulares que los líderes de este partido ofrecen a quien quiere hacerse eco de sus diatribas oratorias, intensificadas, bien es cierto, en los últimos meses como eje central de su estrategia política para ensanchar su espacio electoral a costa de un PP que no ha sabido, o no ha querido de momento, desmontar las tesis de Vox, falaces desde su misma génesis, respecto a las personas migrantes y su situación en el Estado español. Como muestra de esta situación emerge lo acontecido en Jumilla y en su institución municipal, gobernada por los populares, pero con la necesidad del apoyo del único edil ultramontano para sacar adelante la legislatura, por ejemplo, con la aprobación de los presupuestos. A cambio del voto de la ultraderecha, el Gobierno local dio su plácet a una moción de Vox, pactada para evitar que apareciese negro sobre blanco y de manera expresa la comunidad islámica, pero que la situaba en el centro de lo aprobado para vetar la cesión de espacios deportivos municipales para la celebración de “actividades culturales, sociales o religiosas ajenas al Ayuntamiento”. La iniciativa no tardó en saltarse los ámbitos locales para ubicarse en el centro de la opinión pública y de la opinión publicada en el Estado para regocijo de Santiago Abascal y de los precursores de la propuesta al encontrar los altavoces necesarios para socializar su pretensión primigenia. Al menos, hasta que la mismísima Conferencia Episcopal Española, referencia del catolicismo que propugna Vox como seña de identidad del buen español, calificase lo aprobado como “inaceptable” y amparase en un comunicado la libertad de culto y el derecho a la libertad religiosa, también, y fundamentalmente, de la comunidad islámica, desbaratando así, y de manera contundente, parte de la presunta base ideológica de la ultraderecha española y dejando claro los obispos que su voz es la única que marca los preceptos del catolicismo, y que estos son incompatibles con cualquier acción tendente a denigrar y discriminar al ser humano, independientemente de su condición, origen y sistema cultural.