Se equivocaban quienes pensaban que la reunión bilateral entre el lehendakari Imanol Pradales y el presidente español, Pedro Sánchez, estaba diseñada para fortalecer la alianza de los nacionalistas vascos con el jefe del Ejecutivo español, tan necesitado de apoyos tras los últimos acontecimientos vinculados a la corrupción.
No acertaban quienes aseguraban que dicho encuentro serviría para blindar la colaboración de los de Sabin Etxea al cuestionado jefe de Ferraz.
Desconocían la realidad quienes apostaron a que el inquilino de la Moncloa cedería, una vez más, ante los “insaciables nacionalistas” y transferiría competencias estratégicas –como la de la gestión de la Seguridad Social– para garantizarse su seguridad parlamentaria. Y erraban, mejor dicho, mentían intencionadamente, agitadores del contubernio, como la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, quienes propagaron a los cuatro vientos la falsedad de que Sánchez “vendía a España” por salvar su cabeza.
Se había instalado entre la opinión publicada la idea de que, tras el batacazo del caso Cerdán y la insoslayable debilidad del presidente resistente, este trataría de ofrecer a sus “socios de cruzada” lo que no venía en los libros. De ahí los ataques de “cómplices”, “encubridores” y otras lindezas que desde la oposición montaraz se estaban lanzando contra las formaciones vascas y catalanas de uno u otro signo.
Los “opinadores” sabelotodos que dominan la brunete mediática habían determinado que Sánchez pagaría nuevos peajes a vascos y catalanes para que no le dejaran solo en el páramo de la corrupción. Pero, insisto: se equivocaban.
Mención especial merecieron los desvaríos de la dirigente madrileña de ático compartido, cuyo discurso permanente merecería un análisis psicológico para determinar su habilidad cognitiva y su capacidad —o no— para ostentar cargos de responsabilidad pública.
Ayuso, a quien sus seguidores de Génova continúan jaleando como hooligans desbocados ávidos de confrontación y choque, fabuló el otro día toda una tesis catastrofista con aires de provocación. “Salvar la cabeza del presidente —comentó Ayuso— nos va a costar la ruptura de España. Nos vende a todos los españoles y a esta nación de siglos a cambio del cupo separatista”. “Nunca esperé —continuó su alegato— que un tirano se colara en la Moncloa dispuesto a destrozar España”.
“Tras la cesión de competencias y la autoamnistía, hoy le ha dado la llave de la caja común de todos los españoles a los independentistas” (se refería al acuerdo con ERC para la financiación catalana). “No son socios de Sánchez, ni cómplices, eso era antes; hoy han subido de categoría, son los chulos del presidente, son rufianes. El presidente come de su mano, vive de ellos, vive para ellos. Él pone la cama y los españoles pagan”.
La delirante declaración pública de la presidenta madrileña no quedó ahí. “Esto no se detendrá. Después viene el golpe, la ruptura total”, la “anexión de Navarra al País Vasco. Vamos hacia una república plurinacional de manera inexorable que nadie ha pedido ni votado, y para eso vendrá el referéndum de autodeterminación o directamente la independencia ilegal de Cataluña y País Vasco por decisión del Consejo de Ministros, por el típico decreto o chapuza legislativa a la que pretenden desde Moncloa que nos acostumbremos porque piensan que los españoles somos tontos”.
Oh, cielos. ¡Qué horror!
Pero volviendo al encuentro bilateral del día 15, la reunión entre Pradales y Sánchez no fue un encuentro mercantilista en el que se comprarían voluntades a cambio de concesiones. Allí no estaba el PNV. Ni los votos del grupo parlamentario vasco en el Congreso a cambio de unos traspasos. No, fue una reunión institucional en la que ambas partes representaban a dos administraciones del Estado cuyo objetivo —al menos por parte vasca— era velar por el cumplimiento de la ley, de lo establecido en la letra y el espíritu del Estatuto de Autonomía de Gernika.
Y el resultado de dicho encuentro no fue todo lo positivo que debiera haber sido, a pesar de que el “candado” de la gestión económica de la Seguridad Social se abría por primera vez tras 46 años de haber sido cerrado a cal y canto. Es cierto que en la cumbre bilateral se pactó el traspaso de la gestión por parte del Gobierno Vasco de las prestaciones no contributivas de la Seguridad Social y del Seguro Escolar, al igual que la asunción de otras dos competencias aún centralizadas.
Pero no todo lo comprometido salió adelante. Las reticencias atávicas observadas en los poderes del Estado volvieron a impedir cerrar una página que sigue pendiente de superarse.
Quizá, esta vez, el prurito de la pérdida de protagonismo de quienes dirigen un ministerio sometido a la rentabilidad publicitaria de sus actos haya estado detrás de un bloqueo impresentable. Y es que resulta lamentable que todavía haya quien entienda la acción política como un ejercicio de propaganda, aunque en su discurso público se insista en la primacía del interés general por encima de todo. Postureo ideológico de falsa progresía.
Sea como fuere, el acuerdo interinstitucional convenido ha quedado incumplido. Deberá ser el presidente español quien, en ejercicio de sus compromisos públicos, encauce la falta de remate de la materia requerida, en cumplimiento de su palabra y de sus previsiones establecidas para antes de la finalización del presente año. En palabras del lehendakari: “el tiempo corre, el calendario nos interpela y el pacto obliga”. “El Gobierno Vasco es serio y de palabra y, al otro lado, no nos encontramos con esa misma seriedad. La confianza interinstitucional —sentenció— hay que abonarla todos los días”.
Cosa distinta es el posicionamiento del PNV en la actual coyuntura política. Su portavoz en el Congreso, Maribel Vaquero, fue muy expresiva en el último pleno, en el que hizo saber a Sánchez que la confianza de su partido para con el Gobierno español “va camino de la UCI”. Y es que el PNV sabe diferenciar muy bien qué corresponde al campo institucional y qué a las relaciones partidarias. Así lo ha demostrado siempre.
Es cierto que “fiascos” como el producido en la comisión institucional bilateral tampoco ayudan a superar el distanciamiento que en este momento hay entre los de Sabin Etxea y el Gobierno del “resistente”. Así que la situación sigue en el mismo punto de inestabilidad. Mucho se tendrá que esforzar Sánchez en recuperar la confianza perdida.
El contrapunto a la severidad del momento lo ha generado la reacción pública de EH Bildu. Oportunismo de sonrisa e ironía.
Cada vez que los de Otegi tratan de valorar algo vinculado al incumplimiento estatutario, se presentan como una formación seria a la que la responsabilidad institucional domina. Por eso impostan la voz y pronuncian su crítica con tono sobrio. Sobrio, pero fatuo.
A mí, su papel me recuerda a uno de los personajes de dibujos animados de Hanna-Barbera. Se trata del protagonista pesimista y cenizo de “Leoncio León y Tristón”. Tristón era una hiena. Sí, una alimaña que en la vida real parece reírse de todo, pero que en la ficción de los dibujos animados se quejaba y lamentaba por todo, y si alguna vez, por error, sonreía, le dolía la cabeza. Su alter ego, Leoncio, era un león desbordantemente exagerado en optimismo. Tristón, por el contrario, siempre destacaba en las perspectivas negativas. Un aguafiestas en toda regla que utilizaba como corolario de su mal fario la frase: “¡Oh cielos, qué horror!”
Pues bien, algo parecido parece haber dicho EH Bildu de la reunión bilateral del otro día. En una nota de prensa artificial y con poca credibilidad, la Mesa Política de EHB calificó los acuerdos alcanzados como “parciales e insuficientes”, lamentando que estos llegaran “con 46 años de retraso” respecto al marco establecido por el Estatuto. “No están a la altura de las expectativas generadas”, recordando que el Estatuto de Gernika, además de ser objeto de “incumplimiento constante”, presentaba ya de origen “deficiencias estructurales”.
Resulta cómico ver a la izquierda abertzale convertida en paladín del cumplimiento estatutario. 46 años tarde, dicen. ¿Dónde estaban ellos por entonces? Deslegitimando la autonomía, un Estatuto que menospreciaban y calificaban de “la Moncloa” o “vascongadillo”. ¿Dónde estaban? Tirando piedras contra el Estatuto, impidiendo su desarrollo. Desacreditando la herramienta y anunciando una alternativa que nunca presentaron. 46 años tarde… ja, ja. ¡Oh, cielos, qué horror! Tarde no, perdidos en el tiempo.
Exmiembro del Euzkadi Buru Batzar de EAJ–PNV (2012–2025)