Da gusto comprobar la calidad de la afición del Deportivo Alavés. En general, cumple con nota, pese a la dificultad de las materias. Ahora, en el tramo final de una temporada que no está siendo nada fácil, y en la que el equipo está peleando a brazo partido por asegurar su permanencia entre los grandes del fútbol estatal, las camisetas rayadas de azul y blanco toman las calles en señal de apoyo al Glorioso. A lo mejor, ser hincha de otros equipos es más fácil. Hay entidades que decoran sus vitrinas con decenas de trofeos, que luchan año sí y año también con otras entidades similares de Europa o que copan las planas de medios de comunicación de aquellas ciudades conocidas y reconocidas en medio planeta. Aquí, todo eso está en las aspiraciones, aunque algún ramalazo intenso de gloria capitanea la memoria colectiva, con fechas y ubicaciones muy concretas, que jamás olvidará el alavesismo, muy bregado, por contra, en padecimientos históricos y bajadas a los infiernos de los campos de arena en las divisiones de hojalata del fútbol local. Pase lo que pase en las próximas jornadas y ante los próximos rivales, estoy convencido de que la hinchada cumplirá hasta el final como jugador número 12 en el que siempre se puede confiar.
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