Una de las paradojas de esta sociedad consiste en elevar a la juventud a la categoría de valor absoluto, capaz de cualquier empresa por muy exigente que pueda ser. Esto es así metaculturalmente porque el acceso de los jóvenes al mercado de trabajo pivota entre el 20 y el 25% según el nivel de formación (siete puntos más alto que la media del empleo total), los trabajos de los jóvenes son normalmente precarios, dado las numerosas fórmulas contractuales que les afectan y un fraude novedoso al empleo joven que consiste en darles por no superado el periodo de prueba para después contratar a otro joven y con unas rentas salariales que en términos medios coinciden con el SMI.

En relación a los mayores predominan los estereotipos negativos asociados a la pobreza y fragilidad y el hecho cierto de que la edad reduce la capacidad de los mayores para garantizar su propio bienestar.

Estas ideas en relación a los mayores, se apartan de la subjetividad o conciencia moderna definida por Kant, la distinción entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Tienen precio aquellas cosas que pueden ser sustituidas por algo equivalente, en cambio lo que trasciende de todo precio tiene dignidad.

En el caso de los mayores, dignidad es un poder de resistencia contramayoritaria, de resistencia del interés particular frente al colectivismo. Ni China ni Rusia y pronto veremos que ni Estados Unidos tienen el sentido occidental de la dignidad individual.

Los griegos a la felicidad la denominaron kayrós y lo que se trata ahora es analizar cuál es el kayrós de la vejez postmoderna y de una ciudadanía emancipada de la servidumbre de ser productivo o rentable.

Tampoco se puede considerar la vejez desde la perspectiva de la disminución de la capacidad productiva. La pérdida de valor económico de una sociedad se basa también en las empresas que finalizan su actividad por falta de sucesores que buscan trabajos menos exigentes. Cada vez resiste gente mayor, ancianos, en pequeños comercios, en locales de hostelería, en empresas manufactureras pequeñas o medianas, en oficios artesanos que si no fuera por el esfuerzo de los llamados viejos desaparecerían las empresas y las destrezas.

Ya la productividad empieza a ser un valor cada vez menos relevante en la sostenibilidad de una economía de servicios, dotada de infraestructuras tecnológicas a las que acompañan la digitalización, la inteligencia artificial, la realidad virtual, la computación cuántica que no pocos ancianos dominan.

La combinación de la globalización de la robotización y la inteligencia artificial requiere un replanteamiento de rol laboral y de la formación de las personas mayores. La competitividad de los países es incompatible con sociedades en las que los individuos abandonan el mercado de trabajo en plenas facultades mentales. Hoy nadie discute la afirmación de que una sociedad que no incorpora plenamente al mercado laboral a su población femenina jamás será productiva. También se puede afirmar que una sociedad que retira prematuramente a sus individuos y no aprovecha sus capacidades mientras estos así lo quieran tampoco puede ser productiva (este es el sentido de normas como el Real Decreto-ley 11/2024, que regula la jubilación activa y otras normas similares en todos los países europeos).

Los mayores aportan servicios avanzados de alto valor añadido. En el sector primario, a través del creciente interés surgido alrededor de la longevidad y del healthy living, modos de vida y alimentación saludables.

En el sector de la construcción, la población más envejecida que mayoritariamente desea seguir viviendo en su propio hogar, se deberán ofrecer servicios de rehabilitación y adaptación para responder a las necesidades de una población más longeva y a veces afectada por limitaciones físicas. La digitalización permite ofrecer soluciones smart home, con servicios de domótica inteligente e interfaces de salud.

En la industria de bienes de consumo la industria potenciará el valor añadido de actividades típicamente terciarias, ampliando la funcionalidad de los productos a través de su customización (un ejemplo es el desafío que supone para la industria del automóvil el auge en el marco de una mayor longevidad de la venta del servicio de movilidad frente a la venta de automóviles).

En el sector de la salud proliferan los dispositivos médicos integrados en Apps de telemedicina (mHealth) como glucómetros, bombas de insulina, monitores de electrocardiograma, monitores de presión arterial, conectados con servicios médicos.

En el ámbito de los servicios sociales y de cuidados el envejecimiento requiere de largos cuidados de calidad, para lo que debe reforzarse la atención sociosanitaria de carácter integral y continuada y de servicios de atención a la dependencia que tendrán que aplicar nuevos avances tecnológicos y contar con trabajadores de alta cualificación.

En el sector turístico se vive desde hace tiempo el auge del turismo senior, turismo que permite desestacionalizar su actividad y en el que los paquetes turísticos se diseñan para responder a los intereses de la población mayor y pueden ser complementados con, por ejemplo, servicios móviles de salud.

Los servicios educativos, formativos y culturales constituyen una vía de socialización e interacción que posibilita extender las vidas laborales y seguir disfrutando de un estilo de vida activo y autónomo y además evitar situaciones de soledad y aislamiento social sobre todo en el ámbito rural.

Todo lo anterior nos lleva a elaborar un nuevo concepto de la solidaridad intergeneracional. A comprender que las personas mayores pueden contribuir en mayor medida al bienestar de la sociedad y a admitir una visión positiva de mayores saludables y activos que superen los estereotipos negativos con los mayores dependientes (cuarta edad) si queremos mantener el concepto de dignidad que corresponde a las sociedades democráticas y avanzadas que en estos tiempos parece que cada vez van a ser menos. Parodiando a Ortega, es el tema de nuestro tiempo.

Jurista