Todos vemos la realidad de acuerdo a nuestra educación, valores y principios. Eso nos lleva a tener un esquema mental que sirve para interpretar los sucesos que observamos. Un sicario piensa que un asesinato puede ser razonable e incluso tiene un precio; sin embargo la mayor parte de las personas creemos que ese límite no puede ser nunca justificable. Lo importante, en todo caso, es escapar de nuestros prejuicios y pensar los contextos en los que se puede llegar a esa situación. Una explicación razonable son los genes: hay personas que son malas por naturaleza. Punto y final.

No. Los últimos avances científicos sugieren que nuestras vivencias pretéritas y la situación en la que nos encontramos son decisivas. Lo explica muy bien la epigenética. En franco desarrollo, expone cómo somos y nos comportamos más allá de lo que dicen nuestros genes, los cuales se activan cuando el contorno lo requiere. La mejor expresión de esta idea la realiza María Berdasco en su obra Epigenética. Más allá del genoma. Basta leer la dedicatoria: “A todas aquellas personas que, con sus acciones, hacen que mis genes se expresen en un ambiente favorable”.

Sí. Cuando el gran poeta Rainer Maria Rilke afirma que “la patria es la infancia” está en lo cierto. Más lejos llega Robert Sapolsky en su obra Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío. Parece exagerado afirmar que todo está, precisamente, decidido. Es la grandeza de la ciencia: aunque los avances son impresionantes, siguen existiendo debates muy vivos. ¿Quién tiene razón? Lo que está de moda es preguntar a los “expertos”, aunque algunos de ellos se quedan en “espectros”. Para que su respuesta sea fiable se deben cumplir dos principios. El primero, comprender con profundidad el asunto del que están tratando y tener la capacidad de relacionarlo con otros aspectos de la realidad que no parezcan tan obvios. El segundo, que su sueldo no dependa de su respuesta. No suele ocurrir.

En definitiva, todos tenemos nuestro esquema de cómo son las cosas y en algunas ocasiones incluso proponemos ideas para mejorarlas. El primer ámbito lo trata la economía positiva, que describe la realidad económica. El segundo lo trata la economía normativa, que propone medidas basadas en valores y juicios subjetivos. Por ejemplo, los fallecidos por accidente de tráfico o de personas en desempleo están registrados. Eso es economía positiva. Las medidas para disminuir los indicadores anteriores forman parte de la economía normativa. Aquí entran en acción los esquemas mentales de cada persona: ¿qué podemos hacer? ¿Subir las multas por exceso de velocidad, aumentar los anuncios publicitarios de accidentes para concienciar a la gente o invertir en educación vial? ¿Bajar los impuestos a los empresarios, reducir la jornada laboral o disminuir los salarios para que así se pueda contratar a más personas?

En este momento es cuando comienzan las dificultades, ya que en demasiadas ocasiones los gobiernos se basan en sus ideologías y prejuicios en lugar de realizar un análisis profundo de la situación. El caso más conocido es el de los alquileres: limitar los precios ha reducido siempre la oferta. Durante los últimos dos mil años siempre ha sido así. Pasemos al tema de los aranceles de Donald Trump. Lo normal es que se desate una guerra comercial, a no ser que algún país no se sienta con fuerzas para realizarlo y no tenga más remedio que seguir la “ley del más fuerte”, también denominada la “ley de la selva”. China tomará contramedidas: las más obvia, subir sus aranceles. Aunque tiene otras posibilidades: restringir la exportación de tierras raras a Estados Unidos, fundamentales para la producción de tecnología sofisticada, es una. Otra, reducir los aranceles de otros países.

Estas medidas tienen consecuencias. La más obvia: para el consumidor norteamericano muchos precios subirán. Si le sale más caro un coche, comprará menos ropa o preferirá cenar en su casa en lugar de ir a un restaurante. Más. Al comprar menos productos a otros países, no harán falta monedas extranjeras y el dólar se apreciará. Son las cosas de los mercados de divisas. Eso hará que las importaciones americanas sean más baratas y las exportaciones, más caras. Por un lado, habrá que volver a subir los aranceles. Por otro, un buen sopapo para la industria exportadora del país.

El analista Michael Klane explica la visión del nuevo gobierno norteamericano: “Donde Biden y su equipo ven un gran tablero de ajedrez con amigos y enemigos buscando ventajas en regiones en disputa, Trump ve un gran juego de Monopoly en el que múltiples rivales luchan por el control de la riqueza”.

Estos marcos mentales no presagian nada bueno. En la Unión Europea y los países que la forman siguen con su burocracia, la lentitud en la toma de decisiones y las políticas de “izquierdas y derechas”. Mientras, en China gobierna un equipo de ingenieros (es la profesión de su presidente), tecnócratas y líderes empresariales.

¿Quién lleva las de ganar?

Profesor de Economía de la Conducta en la UNED de Tudela