Si se quedan porque se quedan. Si hay que pedir responsabilidades es al cielo, que ni sabe ni contesta. Ha hecho lo que ha querido y, en ese querido de lluvia, se ha llevado a 223 personas. Qué importa, a los que se han ido, quién es culpable o no. Las horas largas de espera terminaron de enfangar y matar a muchos valencianos. El amanecer del 29 de octubre empezó a morir ante las miradas aterradas de miles de valencianos. Había que ir y estar allí pero su principal representante asistía a una “comida de trabajo”. Se han escrito muchas páginas por las ausencias, pero las palabras no sirven de nada. Los populares (el presidente de la comunidad valenciana es del Partido Popular) echan la culpa al Gobierno español que no llegó a tiempo y, cuando llegó, por poco matan al presidente... Se van sumando las equivocaciones políticas y humanas porque las previsiones son pocas ante el poder del agua.

Ir antes, ir después, ser oportuno, buscar una foto; ya qué más da.

En el barro, sí estuvo una periodista que, hace años, nos dio la noticia en el Telediario de lo que pasaba con el chapapote en Galicia y del hundimiento de las Torres Gemelas en Nueva York. No soy monárquica, pero la periodista que llegó a reina demostró su doble función de reina y periodista. Fue hasta el final de la calle encharcada. Vivió en persona la crónica mas negra de su carrera informativa. Dicen que los ojos no mienten. Los llantos de Letizia fueron humanos, no reales. Cierto que no sirven de nada. Llegaron, pero para qué. Inoportunos. A la reina le tiraron barro en la cara y al rey le ha salido una copla que cantan a voz en grito los que se toman la vida en broma y los desesperanzados. “Si quieres no vengo y me quedo en Madrid”. A los que han perdido todo, el rey no les va a salvar.

Estas historias de reyes y princesas son un poco sofocantes. La dignidad, la pureza de sangre, el honor, la realeza y todo ese oropel que nos suena tan hueco, es la memoria de Europa. Para mantener el poder las bodas siempre fueron pactadas, los secretos guardados y la degeneración palpable. Débiles, feos, indecisos. En nuestro país, parte de la historia cambió con la sangre nueva, dejó de ser azul para convertirse felizmente en roja. La raza ha mejorado y la belleza también, aunque aún quedan rastros del pasado, los rescoldos de las cenizas. Los reyes no son seres especiales, ni marcados por Dios para ocupar el trono. Sin embargo, George W. Bush dice que le eligió el Altísimo para gobernar el país más importante del mundo.

La tierra, tan enferma, nos ha dado otro susto. Se ha mezclado con el agua para embarrar la vida tranquila de miles de personas, dicen los que saben, que esa tierra era del mar y de la Albufera y, ese mar ha querido volver al lugar de su nacimiento. Los edificios destruidos, se han hundido porque estaban construido en zonas de riesgo. En Valencia, Alicante, Castellón y Murcia 314.000 viviendas, inundados por la dana. Y esta situación, bajo la amenaza de inundación litoral, puede volver a repetirse. Desde la Edad Romana, Valencia ha vivido numerosos desbordamientos del río Turia. En Libres de Consell, documentación desapareció en un incendio, se han contabilizado, 25 episodios de riadas. En la riada de Valencia en 1957, hubo 81 muertos. En 1982, por el desbordamiento del Turia y la rotura de la presa de Tous, se contabilizaron 30 muertos y 300.000 personas sin hogar. En 1996, una gota fría… La lista sigue.

El desastre ha vuelto a ocurrir en este año 2024. Hay que tomar medidas a largo y medio plazo, fomentar las construcción sostenible y reubicar edificios, instalar barras de contención, mejorar las alertas meteorológicas, desarrollar nuevos modelos tecnológicos de máxima precisión, evitar desprendimientos, inculcar la seguridad cooperativa por telefonía móvil, como ws-alert, que permite a la autoridades la protección y alertar a las poblaciones.

El aire es caprichoso y puede ocasionar catástrofes, si es frío y al entrar en el cálido Mediterráneo trae lluvias y tormentas. Se seguirá construyendo, por falta de zonas urbanizadas y poca previsión de autoridades. Estamos hablando de la seguridad de vidas humanas, sin contar las económicas. En este tiempo hay que consolar, ayudar, reparar y, después, pensar en el futuro.

El país se ha puesto en pie con su rastrillo para quitar barro. Dicen los afectados que ellos les han dado consuelo para no sentirse solos. Además, la Cruz Roja, policías, bomberos, militares, ertzainas… Miles de voluntarios. Después de haber vivido esta tragedia en directo, las autoridades, pienso que cambiarán. Suelo repetir una frase que alguien dijo con verdad. “Ya no somos los de antes, somos los de ahora en adelante”.

Periodista y escritora