Juan Valera fue un escritor decimonónico, cuyas numerosas aventuras amorosas no creo que puedan competir con las del personaje Borbón al que me voy a referir. Valera se refería despectivamente a la “manía autobiográfica del Siglo XIX” al haberse puesto de moda en el Romanticismo que impulsó este género porque todo aquel movimiento fue autobiografía por el tono de confesión íntima de los sentimientos a la hora de contar y revelar con desnudez los retratos personales que caracterizaron a este género. Hoy lo que se publican son hagiografías a mayor gloria de quien se pone a escribir mirándose al espejo.

Qué diría Valera del rey emérito si se enterase de la publicación de su autobiografía en Francia –qué curioso–, vaya usted a saber si redactada por la mano de un negro literario. Para mí que el relato tiene pinta de ir más allá del autobombo hagiográfico. No sin fundamento, el emérito dijo recientemente que tenía la sensación de que le estaban robando su historia. En realidad, mejor hubiera sido escucharle que, como toda la literatura, su vida ha sido pura ficción y puro cuento.

Y justo después de anunciar sus memorias, qué casualidad, aparecen los dichosos vídeos y audios con sus conversaciones con Bárbara Rey sobre los dineros millonarios que Juan Carlos pagó a la vedette… Dineros que no se sabe muy bien de dónde salieron, si de los fondos reservados o de sociedades pantalla que manejaba el Cesid al menos hasta el mandato de Rodríguez Zapatero. Lo sibilino del caso es que algunos pretenden que todo se focalice en dicha cupletista, cuando lo tremendo es el papelón de quien era entonces Jefe del Estado con los dineros de todos nosotros. Posiblemente sea Juan Carlos la persona con más delitos impunes (inviolabilidad legal) de toda la historia democrática europea reciente. Unas veces le salvó dicha inviolabilidad, otras la prescripción del delito, e incluso anduvo listo con sus oportunas regularizaciones al fisco de una parte menor de sus fondos. Su vida pública ha tenido mucho de delito continuado legalmente impune.

Este es su desgraciado mérito, encubierto durante décadas por casi toda la clase política y mediática de la villa y corte que le ha cubierto de una imagen pública idílica que ya no se sostenía por más tiempo.

Pero volvamos a Reconciliación, que así se llamará el libro firmado por el emérito regio. Creo que hubiera estado mejor llamarse El rey desnudo en homenaje a Christian Andersen, teniendo en cuenta que Juan Carlos pretenderá justificar en sus páginas actos cometidos, actitudes, maldades, errores nunca confesados, pero desde la altura impostada que da el trono que ya no tiene, el prestigio que hace tiempo perdió y la autoridad que le profesa su reducido grupo de cortesanos irredentos junto a los pocos políticos y plumíferos capaces de justificar cualquier cosa siempre, porque la soberbia manda mucho en España.

Lo que seguro que no va a hacer Juan Carlos es decirnos dónde están esos mil doscientos millones largos de euros fuera del control fiscal, ni de dónde los sacó. Tampoco las verdaderas andanzas del golpe de Estado que parece que no fue como nos lo contaron. Sería sanador conocer toda su vida paralela para hacer honor al título del libro; vida que tan bien calló el general Armada y los sucesivos jefes de la Casa Real. La absurda institución de la realeza del siglo XXI sobrevive porque no había nada mejor para empastar la incipiente y frágil democracia, amenazada por el golpismo que negoció paz por impunidad y el imposible olvido.

Este libro de Juan Carlos, en fin, no puede mantener la infamia ni el engaño, tampoco el justificado enfado de quienes le han profesado admiración política y se sienten engañados… y robados. Pero puede ser el colorín, colorado no buscado de un vividor a gran escala, el epitafio en vida del cazador cazado.

Posdata: Hasta donde conozco, Felipe VI no ha propuesto variación alguna sobre su inviolabilidad legal para ajustarla a actuaciones propias de su vida pública. Sería una buena iniciativa, de igual manera que lo sería si toma cartas en el asunto ante el anuncio de que la fortuna de su padre se va a centralizar en una única fundación, lejos de su amado reino para que su dinero negrísimo lo siga siendo en manos de sus herederos. Al menos, Felipe mostraría una sana actitud para desmarcarse de que su padre siga burlándose de todos; que sepamos, no ha dicho ni mu.

Analista