Pues sí, ha vuelto Gran Hermano y ha sido terrible asistir a esa primera gala vestida de seda que se quedó en mona, y no por bonita. No vale con poner allí a Jorge Javier Vázquez, sin ensayar, a leer el cue y moverse al dictado del pinganillo, incapaz de avanzar cuando algo falla. Y fallaron muchas cosas, pero sobre todo falló él con ese error garrafal de que el programa juegue a desvelar en directo, con toda la parafernalia a lo Misión Imposible, que el siguiente en entrar era un tipo del público llamado Adrián y Jorge Javier se ponga a llamar a gritos, hasta en diez ocasiones, a otro llamado Ruvens. Luego, sabríamos, claro, que Ruvens era otro tipo que iba a entrar en la casa tras ser confirmado a través de un anuncio en Times Square, que Vázquez arruinó con su metedura de pata, aunque el emocionadísimo concursante fingió tan ricamente enterarse en ese momento, como mandan los cánones de la tele.

Así que sí, Gran Hermano ha vuelto con un Jorge Javier Vázquez que se empeña en demostrar que se le da mejor el asunto cuando hay famosetes de por medio, como si todos los anónimos le parecieran iguales. El programa también ha regresado con la enésima promesa de volver a los orígenes, pero ya en el estreno vimos que nos habían mentido, porque lejos de recuperar esa naturalidad de la primera edición, a base de unos desconocidos que empiezan a convivir juntos, el reality más casero ha arrancado metiendo gente que se conoce y trae sus tramas e infidelidades del exterior, los ha dividido en dos casas y ha puesto a varios a mentir a los demás ocultando su verdadera identidad. Es decir, lo de siempre.

La gala fue tan confusa, larga y arrítmica, que hasta Vázquez despidió el programa de madrugada sin que viéramos entrar a todos los participantes en la casa. Desidia absoluta de Tele 5.

Respecto a los concursantes seleccionados, pese a los siete años que el programa no ha estado en antena por la agresión sexual denunciada y sentenciada, todas y todos han llegado resabiados; unos con ganas de pelea y otros de edredoning. Todos tienen edad suficiente para haber visto GH en sus anteriores ediciones, pese al largo parón, y quien no la tiene, es hija de la primera expulsada en la primera edición para que vaya igualmente aleccionada. 

Es evidente que así es imposible recuperar el espíritu original del formato, pero tampoco parece que Telecinco realmente lo pretenda y ha preferido recurrir a los perfiles de siempre que se ve de lejos lo que van a hacer y lo que pretenden de su paso por el programa junto a un presentador que ha demostrado ser más ágil e ingenioso escapando de las encerronas de Ana Rosa (donde estuvo sublime porque Jorge Javier siempre es mejor que sus guionistas) que tratando a los encerrados en Guadalix. Una pena.