Estos días gran parte de la península ibérica, incluida Euskadi, amanecieron con el cielo turbio, como si se tratara de calima o polvo en suspensión, pero no lo era. Desde la Agencia Vasca de Meteorología (Euskalmet),la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y otras agencias, se informó que el color blanquecino que se veía en el cielo se debía al humo procedente de los incendios en Canadá.

Durante este mes de agosto se han desatado más de 428 incendios forestales activos en toda Columbia Británica en Canadá, según el Servicio de Incendios Forestales de Columbia Británica. Según se ha venido diciendo por parte de los meteorólogos, el humo de los gigantescos incendios que están asolando Canadá, han viajado entre 5.000 y 7000 kilómetros hasta entrar en la península Ibérica, empujados por la circulación atmosférica, el movimiento general del aire en la atmósfera terrestre. Este distribuye el calor y la humedad alrededor del planeta y puede impactar también en la dispersión de contaminantes como el humo de los incendios forestales. La circulación atmosférica en capas medias y altas ha favorecido que este humo haya llegado a Euskadi y a otras comunidades, enturbiando los cielos.

Esta situación que hemos vivido estos días en numerosas comunidades, entre ellas Euskadi, con los humos y partículas procedentes de los incendios de Canadá, indican que en el planeta todo está conectado. Lo que hagamos aquí, tiene repercusiones en otros lugares del planeta, y viceversa.

Los grandes incendios en Canadá se remontan a hacer ya unos cuantos años, tal y como dice Mark Parrigton, científico del Servicio Copernicus y gran especialista en el seguimiento de nubes de aerosol por satélite, emitiendo grandes cantidades de CO2, el gas que más contribuye al calentamiento global, desde luego mucho más de lo que este país hace por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, siendo el mayor emisor per cápita después de Australia y el club de países del Golfo Pérsico.

El informe “El Estado de los Incendios 2023/24”, publicado en la revista Earth System Science Data y elaborado por cuatro prestigiosos centros británicos, incluyendo la agencia nacional de meteorología del Reino Unido, viene a señalar que el cambio climático ha sido el principal responsable de la extrema magnitud de los mega incendios ocurridos durante la temporada 2023/24 en Canadá, que supusieron una devastación sin precedentes en términos de extensión, muertes, desplazamientos y destrucción de la naturaleza.

El estudio analiza los incendios extremos ocurridos de marzo de 2023 a febrero de 2024, destacando grandes incendios, más conocidos como megaincendios. En Canadá, los incendios quemaron más de 150.000 kilómetros cuadrados, forzaron la evacuación de 232.000 personas y resultaron en la trágica muerte de 8 bomberos. En la Amazonía, una sequía sin precedentes provocó un récord de incendios en Manaos (Brasil), Chile, Bolivia, Colombia y Venezuela occidental. En Grecia, el incendio de Evros consumió aproximadamente 900 kilómetros cuadrados, siendo el peor registrado en Europa hasta la fecha.

Las cifras de muertes atribuibles a los incendios también fueron alarmantes, con 131 muertes en Chile, 100 en Hawái, 34 en Argelia y 19 en Grecia. La temporada 2023/24 vio un aumento del 16% en las emisiones de CO₂ causadas por los incendios forestales, alcanzando 8,600 millones de toneladas, la cifra más alta desde 2003.

Es de resaltar también los incendios producido en este mes de agosto que han vuelto a devorar Grecia, y que provocó la evacuación de más de 50.000 personas, una muerte y la pérdida de decenas de viviendas, y que llegaron hasta la capital Atenas.

El cambio climático tiene que ver en la extremidad de estos episodios, tanto en muertes y desplazamientos como en destrucción. El calentamiento global provocado por el ser humano alimenta las condiciones cálidas y secas que constituyen el caldo de cultivo de los incendios, según un informe publicado este miércoles en la revista Earth System Science Data. El análisis asegura que, debido al cambio climático, los fuegos extremos fueron 20 veces más probables de lo normal en la Amazonia la pasada temporada, 3 veces más en Canadá y 2 veces más en Grecia.

Además, los investigadores han estudiado cuál habría sido la extensión de esos incendios sin el contexto de impactos climáticos en el que se produjeron, llegando a la conclusión de que hubiera sido un 18% menor de la que fue.

Según se documenta en el informe publicado en la revista Earth System Science Data, contaminación humana está creando una peligrosa retroalimentación: el cambio climático provoca más incendios, y estos incendios incrementan los niveles de CO₂ en la atmósfera, lo que a su vez causa más calentamiento. En la temporada 2023/24, la cantidad total de tierra quemada fue de 3.9 millones de kilómetros cuadrados, una cifra promedio en comparación con las dos últimas décadas. Sin embargo, el impacto negativo en las emisiones se debió a que los incendios se concentraron en bosques densos, que tardan siglos en recuperarse.

La transformación del paisaje por actividades humanas ayudó a frenar las llamas en Canadá y Grecia, pero en la Amazonía, la deforestación y la degradación del suelo amplificaron la vulnerabilidad. Si no se reducen drásticamente las emisiones de CO₂, los megaincendios serán 6 veces más frecuentes en Canadá, 3 veces más en la Amazonía occidental y 2 veces más en Grecia para finales de siglo.

Los investigadores advierten que la probabilidad de megaincendios en el futuro dependerá de cómo evolucione el cambio climático. En un escenario de altas emisiones, habrá entre un 65 y un 90% de posibilidades de megaincendios para 2090, mientras que en un contexto de bajas emisiones, la probabilidad se reduce a un 19-76%. Aun en el mejor de los escenarios, el cambio climático ya acumulado seguirá afectando negativamente a los incendios.

La mitigación y la adaptación a los aumentos del potencial de incendios forestales deben ser prioridades cada vez mayores para los gobiernos y requieren coordinación con muchas otras partes interesadas, entre ellos los centros de gestión de desastres, que deberán mejorar la capacidad de predicción, mientras que los organismos de gestión de incendios deberán ampliar o reasignar sus recursos e identificar las mejores prácticas para mitigar sus impactos, mediante la gestión de la tierra y la planificación urbana y rural.

Si de verdad se trata de reaccionar frente al cambio climático, hay que poner fin de forma progresiva al uso de combustibles fósiles, cuya quema junto a la deforestación son los máximos causantes del calentamiento global, y no se puede seguir manteniendo los actuales estándares de producción y consumo.

Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente