La Puigvuelta 

Vale, el término no se me ha ocurrido a mí (lo he leído en X), pero es tan genial que me lo quedo. Casi tan genial como la crónica minuto a minuto de Guillem Martinez en Ctxt sobre la investidura más surrealista de la historia. Tan surrealista que, contra todo pronóstico, terminó saliendo adelante casi sin incidentes. Escribe Martinez: “Aplausos de Junts cuando se llama a votar a Puigdemont y no acude. Ese ha sido el éxito-fracaso de hoy. Como en el 1-O, hoy tampoco había un plan posterior. Es la política sin política. Un arte dramático que se debe sólo a sí mismo, y no requiere más repercusiones que sobre sí mismo”. 

 

Las caras 

Claro que, viendo las caras de los parlamentarios de Junts, parece lógico pensar que el único que sabía que no había plan era el propio Carles Puigdemont. En El Periódico de España nos cuentan cómo se vivió internamente el regreso y la posterior desaparición del expresident: “Algunos de sus fieles no perdieron la esperanza en todo el día de que Puigdemont, que no había pedido la delegación del voto, finalmente acabara apareciendo en la Cámara”. Bueno, ya saben lo que dicen de la esperanza, pero habida cuenta de que Puigdemont únicamente ha demostrado lealtad a sí mismo, tampoco podemos decir que esto no se veía venir. 

 

Illa, President 

Como no hubo detención, el pleno continuó. Puigdemont no votó y Salvador Illa (no olvidemos que el protagonista era él) resultó elegido por 68 votos frente a 66. Al límite, como muchas de las cosas que sucedieron el jueves y que en Xataka resumen así: “El procés independentista siempre estuvo a un paso de ser su propia parodia. Puigdemont ha dado hoy ese paso”. Quedan dudas en el aire que probablemente nunca se resolverán. La principal es si lo que terminó pasando el jueves fueron una serie de eventos rocambolescos…o si, por el contrario, estaba hablado y previamente pactado. 

Más esperpento 

Ojo, que el esperpento continuó, menos acentuado, ayer viernes. Los cruces de acusaciones no tardaron en llegar. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, contra Pedro Sánchez (solicitando también el cese de los ministros Marlaska y Robles: “Ante esa farsa, el Gobierno no puede seguir de vacaciones riéndose de los españoles”). El Gobierno español contra los Mossos (“El operativo policial corría a cargo de los Mossos”). ¿Y los Mossos? Contra Puigdemont. No contemplaban que no fuera a entrar en el Parlament, como había anunciado. Mecachis en la mar, Carles, que has faltado a tu palabra. 

 

¿Lo escuchan? Es el silencio 

Hasta ayer, todo el partido socialista guardaba silencio sobre el cuadro de la operación y no-detención de Puigdemont. ¿Todo? ¡No! Un presidente autonómico resiste, todavía y como siempre, a la dirección. Emiliano García-Page (¡Din! ¡Din! ¡Din! ¡Han cantado bingo!) se ha revuelto, una vez más: “Siento una profunda vergüenza y sonrojo porque la gobernabilidad de España dependa de alguien como Puigdemont. Espero que ya nadie le incluya cuando se hable de mayoría progresista”. El verso está tan suelto que, al final, se terminará cayendo de la página.