La 54ª reunión anual del Foro Económico Mundial celebrada esta semana y que concluyó el viernes en Davos ha vuelto a poner sobre la mesa el desconcierto y la incertidumbre que vive el mundo en medio de la incongruencia y la falta de realismo de la agenda internacional. Bajo el ya de por sí etéreo lema Reconstruir la confianza y el espíritu de “Vuelta a lo básico”, el Foro de Davos pretendía “restaurar la agenda colectiva y reforzar los principios fundamentales de transparencia, coherencia y responsabilidad entre los líderes” mundiales. Obviamente, nada de eso se ha producido, pese a que la ciudad suiza sede, un año más, de la reunión ha acogido a representantes de más de cien gobiernos, a las principales organizaciones internacionales y a las mil empresas asociadas al Foro, así como a líderes de la sociedad civil, expertos y emprendedores en diversos ámbitos sociales. Cabría esperar que en medio del caos y desorden que presiden un mundo cada vez más global e incomprensible, el Foro de Davos arrojara alguna luz para afrontar el futuro inmediato. En el encuentro se ha hablado de las guerras actuales, posibles y futuras, del comercio internacional, del mercado, de crecimiento y crisis, del capitalismo y el socialismo, del cambio climático y la transición energética, de la inteligencia artificial, pero todo ello como una mera sucesión de reflexiones, opiniones más o menos fundamentadas basadas en apriorismos ideológicos y autojustificaciones de acción política, aunque sin el necesario rigor ni el que debiera ser irrenunciable objetivo de la concreción y el consenso de cara a la acción conjunta. De ahí que en medio de esta incertidumbre la estrella de Davos haya sido el populista Javier Milei, el nuevo presidente de Argentina, que desplegó su discurso de defensa a ultranza del capitalismo más crudo –“El Estado no es la solución, sino el problema mismo”, dijo–, del “peligro” en el que se encuentra Occidente, advirtió contra la “pelea ridícula” del feminismo y ejerció de negacionista climático. Todo ello, después de que el propio Foro hiciera público su estudio en el que prevé que la tasa de crecimiento global en 2030 caerá a su tasa más baja en 30 años mientras el crecimiento sigue siendo “insostenible y no inclusivo”. Según su propio diagnóstico, Davos ha sido, una vez más, una oportunidad perdida.