Tengo la sensación de que el nuevo equipo directivo de Tele 5 no tiene la más remota idea de qué hacer con la cadena y está conduciendo ni siquiera con las luces cortas puestas, sino mirando únicamente por el retrovisor y así es muy difícil no pegarse la hostia. Anuncian con desproporcionada antelación que se cargan Sálvame y sus variantes obligando a todo el equipo a un camino por el desierto de 40 días y 40 noches. En su lugar, plantean devolver a partir de septiembre a Ana Rosa Quintana a las tardes, como hace 20 años, cuando firmaba libros que escribían otros. Vale que quieran hacer una tele blanca y conservadora como Antena 3, donde los programas hechos por “rojos y maricones” no tengan hueco o se emitan en el rincón digital de pago mientras en abierto cuentan el mismo tralará que lleve a la audiencia al recto camino a la derecha.  

Sin aclarar siquiera qué emitirán en las tardes de verano hasta la llegada de la musa de la derecha, se han aventurado a probar un par de noches con una rancia Salsa Rosa y su olvidado presentador original (qué bonito es llevarse bien con tu ex) al que la audiencia dio la espalda, bien porque no le conocen (hace 20 años de aquello) o bien porque la fórmula del posado-robado con micrófono de la mamabuela desde Miami sonó caduca y tacaña (siempre es cuestión de pasta).

Tele 5 anuncia también que pondrá a Jesús Vázquez a presentar, otra vez, el concurso ¡Allá tú!, como si tuviera 20 años menos (a este hombre no le dejan evolucionar) y avanzan como plato fuerte (ejem) que han comprado Me resbala tras ser cancelado por Antena 3 porque era agotador repetir el mismo chiste de la rampa con la cámara inclinada.

Olvidan los nuevos mandamases de Tele 5 que las cadenas de la tele son como equipos de fútbol y no basta con poner al defensa de delantero y al entrenador de portero, toca hacer fichajes de los cracks de la competencia, apostar por otros nuevos y fomentar la cantera. Y lo mismo con los programas y series, tendrán que comprar éxitos internacionales y hacer apuestas creativas, innovadoras y valientes con formatos inéditos. Lo otro, mover un par de piezas del puzle para depender de una presentadora de 67 años, que por su dura enfermedad ha pedido trabajar menos horas, y de un presentador de 57, que le condenan a hacer lo que ya hizo con 37, es no enterarse de nada. Una casa no se renueva cambiando dos muebles de sitio y recuperando los trastos que en su día llevamos al desván. 

A la pantalla amiga le toca templar los deseos de sus accionistas de sacar pasta gansa todos los años a coste cero para poner en marcha una revolución y dejar de provocar vergüencita ajena realizando todos los programas en el mismo plató y con informativos que no han evolucionado un milímetro y acumulan 20 años de polvo en el decorado.  

Y cuidado con quienes, solo porque se cancele un programa, aventuran el final de la telebasura, no les venga una sorpresa después. Sálvame no es otra cosa que el sustituto de Aquí hay tomate, que pusieron tras desquiciarse probando distintas fórmulas que iban a blanquear la tarde y que fracasaron una tras otra hasta. La otra pregunta es, ¿quién ha dicho que es más telebasura poner a unos tipos cuchicheando del famoseo mientras comen un bocata de chorizo que a periodistas que retuercen la verdad a su antojo y hacen tertulias con muñecos de ventrílocuo, casualmente siempre los mismos?