La promesa de TVE de que dividiría en dos días la entrega semanal de Masterchef ante la queja de los espectadores de que acababa muy tarde, se ha traducido, efectivamente, en una doble entrega semanal, los lunes y martes, que acaban exactamente a la misma hora que antes: a la una y pico de la madrugada. Es decir, nos la han metido doblada, porque lo que han hecho es aumentar la duración y ahora el espectador se traga seis horas semanales en lugar de tres (que ya era un exceso) porque algún espabilado de la tele que se comprometió a acabar su prime time antes de la medianoche ha aprovechado para alargar el programa hasta el infinito y más allá, sabedor de que es lo poco que se sostiene TVE, que tiene una audiencia que rechaza las novedades pero le encanta ver once años seguidos lo mismo en sus diferentes variantes para el niño, el abuelo y el celebrity.
La medida no es nueva, porque nada en TVE lo es desde hace demasiado tiempo. Antena 3, cuando iba de tele responsable, también hizo trocitos con La voz para que no acabara a las tantas con el ánimo de fidelizar a la audiencia dos noches seguidas. Luego ya vieron que cuanto más tarde acaba un programa más te sube la cuota de pantalla, aunque sea a costa de tener menos espectadores porque se te han ido a la cama (o a Netflix, da igual) pero… ¿y lo bien que vende tener una cuota de pantalla alta aunque que cada vez agrupe a menos gente para subir el precio de los anuncios?
Así que los que se descojonaban de que hay gente que ve tres horas de Sálvame seguidas ahí andan ahora tragándose seis de Masterchef quitándose horas de dormir para asistir al habitual paripé con aire militar, bronco y machista. Algún día habría que recopilar todas las burradas que se cometen en ese programa teñido de blanco que es a la cocina lo que el porno a hacer el amor.
Los nuevos gurús de la tele se están cargando la tele desde dentro de la tele y hoy Masterchef (como tantos otros programas) es considerado un éxito por conseguir 1.256.000 espectadores cuando no hace tanto los programa con menos de dos millones de espectadores eran un rotundo fracaso y se cancelaban de inmediato. Pero Masterchef ha tenido además algún momentillo de hasta 4.700.000 espectadores, como tuvo el martes cuando el Escocia-España le hizo de telonero, lo que significa que hay gente delante de la tele que se asoma a ver el programa unos minutos pero es incapaz de aguantar mucho más, ya sea por el contenido, ya sea por la duración, o ya sean por las dos, y se larga.
Quien sea habitual de Tele 5, habrá notado además que este año han potenciado todavía más el reality en detrimento del talent y han tirado de las fórmulas habituales de pasados lacrimógenos, tiktokers y broncas sin venir a cuento entre concursantes, que este año además son más y con más líos para rellenar tantas horas de programa.
Todo ellos, por cierto, deberán andarse con cuidadito, ya saben, porque en este programa se apagan misteriosamente los hornos fuera de cámara, como denunció Patricia Conde. Un hecho que el programa achaca a que los concursantes son muy torpes y tropiezan con la pierna, aunque el patrocinador tuvo que salir al paso para defender la calidad y seguridad de sus productos entre quienes pensaban pues vaya mierda de hornos si se apagan solos aclarando que es completamente falso. Disfruten de las dos tazas.