He de reconocer que no daba un duro por la selección española en el Europeo, más viéndola caer ante Bélgica. Sin embargo, la fuerza del colectivo ha terminado imponiéndose en un torneo donde estrellas rutilantes de la NBA se han quemado en la hoguera víctimas de un ego pernicioso. Pese a los destellos sobre la cancha de los Hernangómez, ese impagable obrero llamado Alberto Díaz o la casta de Rudy, el éxito tiene un nombre propio: Sergio Scariolo. Al italiano se le ha hecho mucho de menos en los últimos años. Algunos ilusos pensaban que los éxitos venían solos de la mano de Gasol, Ricky y compañía. Pues no. Ha mareado a los técnicos rivales con los cambios defensivos y una dirección magnífica. Con un grupo plagado de rostros anónimos, algunos incluso de un nivel dudoso para competir en la Euroliga, ha firmado uno de los éxitos más impensables del deporte español. Tras sorprender a propios y extraños en su primera etapa en Vitoria, el italiano no tuvo tanta suerte en su regreso en 2013 y recibió críticas ácidas. Lo que nadie duda es que es un entrenador como la copa de un pino. Ahora que existen dudas respecto a la valía de su proyecto, el Baskonia tiene un espejo en el que mirarse. Las estrellas no garantizan nada. La química, la unión del vestuario y el sacrificio sí te hacen crecer.