l Aberri Eguna o Día de la Patria Vasca, fue anunciado por Luis Arana Goiri, a la sazón presidente de EAJ-PNV, para el Domingo de Pascua de 1.932; era necesaria la convocatoria de un gran “baño de masas” para dotarse de protagonismo político.
De manera que, el 27 de marzo de 1932 y en Bilbao, varias decenas de miles de abertzales marcharon por las calles de la villa para terminar ante Sabin Etxea. Al año siguiente, el Aberri Eguna se celebró en Donostia/San Sebastián, y este Aberri Eguna terminó con una frase de Telesforo Monzón: “La libertad no es algo que se pide rogando; se consigue por la fuerza”. En 1934, el Aberri fue celebrado en Vitoria-Gasteiz,y fue de nuevo Telesforo Monzón el que cerró el acto con unas palabras dirigidas a los alaveses: “Alaveses, yo os digo que cuando el espíritu patrio llegue a penetrar con toda su intensidad en vosotros, esa lengua será la que vosotros habléis”.
Han pasado 88 años prácticamente de la arenga de Monzón a los alaveses, y a decir verdad, pausada pero firmemente, como un sirimiri espiritual, el nacionalismo vasco ha visto consolidada su posición en territorio alavés, y producto de ello, el euskara ha visto multiplicada exponencialmente su implantación en Araba/Álava. Hoy en día, nuestra nación es más fuerte en Araba que hace muchos lustros por mor de lo dicho: mayor implantación del euskara y mayor grado de penetración del espíritu patrio al que aludía el señor Monzón.
Desde que fuera el romanticismo alemán el que descubriera la lengua como principal elemento definitorio de la nación, nuestro pueblo se ha dotado de un particularismo cultural, la lengua vasca, cohesionadora de los seis herrialdes que conforman nuestro país. Dentro del nacionalismo puede haber símbolos , entes o personas que son contingentes o prescindibles, pero hay otros símbolos que son necesarios, como el euskara. Hoy por hoy los sondeos independentistas no auguran buenos resultados para los favorables a la misma (aunque hay mucho indeciso ), pero como al Estado español se le ocurra tocar o cepillar los mismos, entonces la independencia entre la ciudadanía vasca subiría indudablemente.
Estamos asistiendo a una erosión silenciosa del autogobierno vasco, bien sea competencial o recentralizadora, y al hilo de lo expuesto antes, son varias las voces que se alzan para pedir la vuelta de una Álava foral, porque, al parecer, los males de Araba, llámense “la batalla del vino y su denominación de origen” o “la octava cuadrilla de Araba/Álava”, esto es, Trebiñu, se enquistan por obra y causa del nacionalismo vasco. Son los añorantes de un fenómeno que como vino se fue, haciendo bastante daño a la convivencia inter paribus, entre iguales, hace ya unos años (UA).