Entre que estamos pocos y al cargo de la barra se ha quedado el becario, estamos de un tranquilo en nuestro amado templo del cortado mañanero que a los viejillos ya no les da ni para discutir de cualquier tontería y eso que el martes uno de los abueletes lo intentó con el tiempo y aquello de que os quejáis si hace calor, os quejáis si hace frío y esto no es culpa del cambio climático ni leches, sino del que está en la Moncloa. Pues oye, no le siguió nadie. Les está pasando factura a unos cuantos que se han quedado sin nietos estas semanas y eso les tiene relajados. En cualquier momento, alguno de los aitites cambia la txapela por unas rastas y un cigarrito de la risa. Tal vez por eso también me han permitido que les meta un poco la chapa estos días hablándoles de una de esas personas que nos acaba de dejar pero que permanecerá para siempre porque, aunque anónima, su huella es imprescindible; de una luchadora con un buen par que sacó adelante no solo su vida, sino otras cuantas; de una de esas mujeres que antes del 3 de Marzo protestaba por el centro de Vitoria con la bolsa de la compra vacía; de una de esas vecinas de Zaramaga que no paró de currar hasta que el cuerpo dijo basta; de una tía Loli que un día se armó de paciencia y al imbécil de su sobrino Carlos le enseñó a montar en bicicleta.