lgunos navarros se consideran también vascos, otros no. Desde la segunda mitad del siglo XIX ha habido problemas para encajar, de forma satisfactoria, ese componente de Navarra. Pero, tras más de cuatro décadas de democracia, cada vez hay en nuestra tierra un mayor consenso en relación a dos asuntos. El primero de ellos consiste en que, en el marco de la España de las autonomías, Navarra forma una comunidad diferenciada de la de Euskadi. El otro es, conforme pasa el tiempo, una mayor valoración del euskera, como lengua propia.
Ambas cuestiones tienen cierta relación entre sí. De hecho, ese progresivo aprecio del vascuence ha propiciado que el sector social que respalda al nacionalismo vasco se sienta más cómodo en el seno de la Comunidad Foral. Por eso merece seguir trabajando cuidadosamente en esta línea. Aunque esa asunción de la realidad institucional surgida de las urnas no supone que no se deje de buscar una vinculación con los restantes territorios donde el euskera sigue estando vivo.
En su significado original, Euskal Herria hacía referencia a aquel lugar en el que se habla la lengua vasca. Por lo tanto es un concepto bastante dinámico, que no está vinculado a unos límites territoriales permanentes y claramente establecidos. Un viajero del siglo XV hubiera podido indicar que Ezcaray (perteneciente a la actual Comunidad Autónoma de la Rioja) era Euskal Herria, porque sus habitantes se comunicaban entonces en vascuence. Pero no calificaría así a Tudela, donde no se hablaba esta lengua.
Siglos después, el idioma entró en una franca regresión, favorecida en parte por los poderes públicos. El mapa publicado el año 1863 por Louis-Lucien Bonaparte muestra un panorama muy precario, con su reciente desaparición en amplias zonas. Como reacción frente a ello, en 1877, al año siguiente de que finalizara la III Guerra Carlista, es creada la Asociación Euskara de Navarra. Poco más tarde, antes de fin de siglo, surge ya el nacionalismo vasco. Se comienza así a producir una división de la sociedad entre el patriotismo español y este nuevo. Cada uno de ellos tiene factores legítimos, como es el trabajo a favor de la cultura considerada como propia. Pero el gregarismo conduce a que algunos marginen a la del otro grupo, percibida como ajena.
Estas últimas décadas el proceso de pérdida de la lengua vasca se ha revertido. Especialmente tras el fin de la dictadura y con la desaparición de ETA, el tema está siendo tratado cada vez de forma más racional y dialogada.
Personalmente, me emociona pensar que en esta tierra se mantiene el bilingüismo desde hace dos milenios. Hablaban su idioma los vascones, cuyo territorio era más extenso que la actual Navarra. Los romanos trajeron el latín. Hoy, sus sucesores, el actual euskera y el castellano, se mantienen aquí. Esto ocurre ahora, cuando nos asomamos al panorama global del cambio climático, o cuando los padres de un apreciable porcentaje de nuestros niños provienen de América, el Magreb, la Europa del este u otras regiones del planeta.
Se trata de gestionar, de forma racional, los diversos elementos. En realidad, hoy Euskal Herria no es algo meramente etnográfico o voluntarista, cuenta con un soporte jurídico. En España la lengua vasca es cooficial asimismo en Euskadi. A otro nivel, tiene también un reconocimiento en Iparralde (el País Vasco-francés). Respecto a Navarra, legalmente existen tres zonas lingüísticas. En la vascófona es cooficial junto con el castellano. En la mixta tiene una protección menor, aunque son los municipios los que pueden regular su grado de uso: hay algunos en los que se limitan a poner en bilingüe los nombres de las calles y el papel con membrete del ayuntamiento. En la zona no vascófona carece de presencia oficial.
Pero esta situación no es inamovible. En el futuro puede cambiar. Durante los últimos años y siguiendo las solicitudes de los correspondientes ayuntamientos, el Parlamento de Navarra ha aprobado que varios municipios de la zona no vascófona pasaran a integrarse en la mixta. Es algo acorde con la democracia esa intervención de las entidades locales. Si la mayoría de los vecinos no se halla de acuerdo, podrán rectificarlo en las próximas elecciones.
Hay quienes integran en el concepto de Euskal Herria a la totalidad de Navarra. Pero esto, hoy, no se ajusta a la realidad. En parte de nuestro territorio no lo consideran mayoritariamente como algo propio. Pero podría, tal vez, haber cambios en el futuro. De hecho, parece que el reconocimiento social del euskera seguirá incrementándose. En esta línea, es necesario que vasquismo y españolismo sean percibidos como compatibles.
Por otra parte, resulta fácil de entender que todos los territorios de lengua vasca busquen contar con un espacio común. Se trata de una dimensión simbólica. Todas las sociedades que tienen sentido de comunidad tratan de hacerlo. No está solo el ejemplo hispanoamericano, sustentado en el idioma castellano.
Si desde el jardín que da a la avenida de San Ignacio alguien examina los seis escudos de piedra que adornan la fachada de la sede del Gobierno de Navarra (antiguo Archivo General), comprobará que el segundo por la izquierda es el de Saint Jean de Pied de Port (Donibane Garazi). También consta en la Plaza de los Fueros, en Tudela. Esto no significa que mantengamos reivindicación territorial alguna frente a Francia. Únicamente se trata de un elemento cultural: el recuerdo del antiguo reino de Navarra.
La creciente globalización y el cambio climático ponen también en riesgo a todas las culturas locales y lenguas minoritarias del planeta. Entre ellas está la vasca. Por ello, conviene que las tres administraciones públicas implicadas se coordinen entre sí y fijen estrategias comunes.
El Gobierno de Euskadi, la Communauté d’aglomeration du Pays Basque y el Gobierno de Navarra tienen un amplio espacio en el que cooperar. * Secretario del ayuntamiento de Lesaka, es también correspondiente de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía