La imagen de su madre sentada en la cocina, cosiendo, con la radio, las gotas de agua en la ventana por la condensación, y sentarse a su lado después del colegio a pasar hilos o coger alfileres permanece en la retina de Garbiñe Etxeandia. Es una de esas estampas que le dan paz, que le traen buenos recuerdos, que dan buena cuenta de lo arraigada que tiene esta profesión. Su madre fue modista y ella reivindica la importancia de esta figura porque “esta profesión era la de la chica para todo, la de batalla, y se le ha dado poco valor”. Con siete hijos, su madre ayudó a la economía familiar cosiendo e inculcó esta labor a sus hijos/as, algo que ha repetido la propia Garbiñe, que estudió corte y confección y patronaje, aunque no lo desarrolló profesionalmente hasta hace pocos años.
En desempleo, con una edad en la que le era complicado encontrar trabajo, pensó “qué sabía hacer y qué quería hacer hasta que me jubilase” y nació La Puri, un local que, después de tres años de pensar, abrió sus puertas “el 9 del 9 del 2019”, en Vicente Goikoetxea, 8, para recibir personas con ganas de aprender, de generar una alternativa a la cultura del comprar y tirar. Talleres de costura, reciclaje de ropa, corte y confección, e iniciación a la costura con niños ocupan buena parte de su tiempo ahora, aunque los arreglos y la venta de telas también le acompañan.
Tenía claro que este oficio no podía desaparecer y se enfocó en enseñar “a que la gente tuviera una mínima autonomía, fuese capaz de adaptar la ropa industrial o hiciese algo de cero” . Reconoce que “cuando empecé creí que el público sería más joven y con una tendencia al reciclaje y la personalización de las ropas”, pero, de momento, no ha sido así. Aunque, como dice Garbiñe “la costura y la autonomía no tienen género, son “mujeres que han vivido la costura en casa, que ya sabían coser y quieren aprender más, y que tienen tiempo, las que acuden, “en grupos reducidos, para estar bien atendidas”, a sus espacios de aprendizaje y socialización.
A Maddalen Agirre siempre le ha gustado dibujar figurines, la moda, el dibujo y el diseño. Estudió diseño de moda en Barcelona y ha trabajado para diferentes marcas. Vivió en México, donde se adentró en el mundo del vintage, recuperando prendas y transformándolas, y cuando volvió a Vitoria-Gasteiz abrió junto con sus hermanas Siberia, en la calle Zapatería, donde vendían ropa de diseñadores amateurs, estaban especializadas en ropa vintage y empezó a dar clases de costura. Con el cierre de la tienda se apartó un poco del mundillo, pero hace dos años decidió “volver al camino”. “Tenía una pata dando los cursos de costura, diseño y patronaje en euskera en los centros cívicos de Vitoria-Gasteiz y decidí que era momento de poner la otra pata en lo que me había gustado siempre, mi propia proyecto: Madd moda”. Situada en el semillero de empresas del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, es el paraguas bajo el que se aglutina su pasión por el diseño que cristaliza, o por lo menos intenta que así sea, en una colección al año en el que Maddalen se encarga hasta de dibujar los estampados que llevarán sus telas. Pero, además, en Madd también se enseña a coser, bien en el propio local del Casco Viejo o en los centro cívicos. “Generalmente acuden mujeres mayores que yo, a partir de los 30, generalmente 40, 50, 60... Que quieren aprender o practicar por placer, no por la obligación que sentían de que era un trabajo de mujeres”, explica esta joven que ha enseñado a su madre y su tía, que en su momento se revelaron ante esa obligación y ahora sí tienen interés. A través de esta dedicación Maddalen ha encontrado “espacios de encuentro muy enriquecedores en los que se generan unas relaciones muy interesantes”, explica mientras por su cabeza ronda una nueva colección que siga marcando un estilo en el que mezcla ilustración y costura y que le llena. “Me lo debía a mí misma, no sé a dónde me va a llevar, pero me hace feliz”, Y ese es el espíritu que quiere trasladar a quien se ponga delante de una máquina de coser: dejarse llevar.