a prensa italiana, en particular el diario Il Fatto Quotidiano dirigido por el gran periodista Marco Travaglio, ha denunciado recientemente un nuevo episodio asociado a las denominadas “puertas giratorias”. En concreto, la contratación por Goldman-Sachs de Filippo Taddei, quien fuera designado por el ex primer ministro Matteo Renzi como responsable de economía del Partido Democrático y luego uno de los inspiradores de las reformas laborales, Jobs Act, que modificaron el artículo 18 del Codice del Lavoro para abaratar el despido. La estrecha relación de la banca de inversión neoyorquina con la política italiana no es reciente: Goldman ya había tenido en nómina a Romano Prodi, primer ministro italiano y presidente de la Comisión Europea, así como a Mario Monti, comisario europeo y luego primer ministro, o a Mario Dragui, responsable de Goldman para Grecia y posteriormente presidente del Banco de Italia y del BCE (Banco Central Europeo). Goldman-Sachs ha seleccionado a Filippo Taddei, antiguo consultor de Fiat, Citibank y el Banco Mundial, como máximo responsable para el sur del mediterráneo. También fichó tras su mandato al expresidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, como responsable para Europa, y el actual secretario de estado alemán para asuntos europeos y finanzas, Jörg Kukies, apoderado para elaborar el presupuesto y orientar la política económica alemana, fue previamente co-presidente de Goldman en Alemania. Kukies, afiliado a la social-democracia alemana, llegó a dirigir a las juventudes socialistas renanas, mientras que Barroso, adscrito al partido popular europeo, durante su mandato como primer ministro de Portugal, fue el anfitrión del trio de las Azores (Bush, Blair, Aznar), promotor de la invasión y guerra de Irak.
El caso Taddei, como los de Barroso, Kukies y otros, ilustra el modelo de dirección política del neoliberalismo, cuyo sistema de mando se caracteriza por la connivencia entre grandes corporaciones, partidos políticos e instituciones públicas, que periódicamente intercambian gestores. Así, en una carrera profesional, durante un tiempo se puede ser político, alto funcionario, o directivo de una gran corporación: “Tanto monta, monta tanto”. En un contexto donde los intereses que dirigen la globalización están gestionados por una tecnocracia todoterreno, el denominado Fondo Europeo para la Reconstrucción, que implica una formidable concentración de recursos, probablemente habrá estado ligado en su concepción a la gran banca y consultoría, como sin duda lo estará en su posterior administración, dado que son esas organizaciones las que orientan y financian las políticas del capitalismo neoliberal que luego se administraran desde las instituciones públicas con la supervisión de los partidos políticos. Las mismas grandes consultoras, The Big Four: Deloitte, PwC, Ernst & Young y KPMG, que emplean a un millón de trabajadores, son las mismas que con alguna que otra particularidad asesoran en los niveles, estatales, regionales o locales. Su actividad como consultores de los agentes políticos se debe a que la capacidad organizativa de las grandes corporaciones es muy superior a la capacidad y dimensión de los partidos políticos o al de las instituciones públicas. Aunque evidentemente, el poder del Partido Republicano (GOP) o el de la administración americana es muy superior al resto de partidos o instituciones estatales, con la salvedad del PCCh (Partido Comunista de China), las grandes corporaciones occidentales cuentan con recursos humanos en ámbitos “doméstico-globales” inalcanzables para los partidos políticos o las administraciones públicas. El declive de la sociedad americana y el de EEUU como potencia imperial no significa que la hegemonía americana haya desaparecido. Más bien se ha privatizado mediante la eclosión de nuevas corporaciones globales de raíz americana: Amazon, Google, Apple, Facebook, o Microsoft, especializadas en reordenar el trabajo y el consumo. Sus intereses, protegidos por el Departamento de Estado, vienen a sustituir a los que en su día tuvieron otras como Coca-Cola, Ford, o la United Fruit. Las luchas para imponer redes sociales como Tik Tok, plataformas tecnológicas como Huawei, o redes móviles 5G, de origen chino, en competencia con las americanas, son parte de esa amalgama de intereses políticos, públicos y corporativos que configuran la globalización.
Como puede intuirse, la pandemia actual bien pudiera ser la primera de una sucesión de crisis, víricas o climáticas, que se utilizarían para influir en la configuración del orden global, sin que hasta la fecha pueda preverse si el mundo será un único espacio o se dividirá por áreas de influencia, tal como George Orwell adelantó en la distopia de Gran Hermano. De momento, la globalización es también un escenario donde se diseña un modelo muy desigual de distribución de riqueza. Sólo en varias décadas, alguien como Jeff Bezos, el mayor accionista de Amazon, ha podido acumular una fortuna de 175.000 millones de dólares, superior al PIB de la mayoría de estados de la ONU; o Amancio Ortega un patrimonio de 70.000 millones mientras la mitad de la población mundial, unos cuatro mil millones de personas, sobrevive con menos de 5 euros al día. Dado semejante modelo de acumulación piramidal, cabe preguntar cuántas de las cerca de un millón de personas que, respectivamente, trabajan para Inditex (menos de 200.000 en nómina) o para Amazon en el mundo gana un sueldo mensual de, digamos, 2.000 euros? Por cierto, en otra vuelta de puertas giratorias, el padre del líder de Vox, Espinosa de los Monteros, antes de ser presidente de Marca España fue vicepresidente de Inditex hasta su sustitución por la presidenta española de… Microsoft.
Durante décadas, las grandes corporaciones y fortunas se han especializado en eludir impuestos recurriendo a paraísos fiscales, contabilidades imaginativas y expertos en agujeros impositivos. Las grandes consultoras, los bancos de inversión o las corporaciones globales, no sólo contratan (futuros) políticos y funcionarios públicos que aprueban y redactan leyes o (en diferido) a ministros y secretarios de estado que las ejecutan; también reclutan (ex) inspectores de hacienda. Con esas prácticas laborales y de recursos humanos no solo “crean riqueza”, también distorsionan la competencia, parasitan los presupuestos y favorecen el endeudamiento, dado que su creciente dominio del mercado priva a las arcas públicas de sustanciales recursos. Recordemos que Juncker fue promovido a presidente de la Comisión Europea tras haber sido presidente del Eurogrupo (adalid de la austeridad), primer ministro y ministro de finanzas de Luxemburgo, al que transformó en un paraíso fiscal. En un contexto de propaganda y manipulación masiva, donde los algoritmos dirigen el tráfico de las redes sociales y los medios de comunicación generalistas están mayoritariamente en manos de fondos de inversión de grandes corporaciones y magnates, es previsible que la acumulación de poder y recursos en estructuras oligárquicas se refuerce.
El autor es profesor de Derecho Constitucional y Europeo de la UPV/EHU