os encontramos en un momento clave para hacer virar el rumbo de nuestra historia. Un siglo después de que Rosa Luxemburgo afirmara que la humanidad se encontraba en una encrucijada histórica, que ella definió en términos de “socialismo o barbarie”, volvemos a encontrarnos ante una disyuntiva similar. O el neoliberalismo (sistema donde la pandemia se ha desarrollado a una velocidad y extensión sin parangón en la historia de la humanidad) sale fortalecido mediante un aumento del autoritarismo -el sálvese quien pueda, y la loca huida hacia adelante en medio de la crisis climática y un aumento de las medidas contrarias a los intereses populares- u optamos por un giro de 180 grados, hacia un modelo social al servicio de las personas y no del capital.

Vivimos en una profunda crisis sistémica, en la que el covid-19 se perfila como un nuevo acelerante. Esta crisis había sido anunciada por la comunidad científica, era una cuestión de orden ecológico resultado de la presión productivista que ejerce la humanidad hacia el planeta. El sistema en el que vivimos es biocida, injusto, desigual y frágil. Carece de estructuras colectivas sólidas para sostener la vida, porque éstas no se han priorizado y se han ido eliminando durante las crisis anteriores. La precariedad de la vida se ha instalado como régimen de existencia para las mayorías sociales. Vemos un proceso global de empobrecimiento, y un aumento de las desigualdades y la violencia en todas sus formas, especialmente machista y racista. El asentamiento de las ideas del Darwinismo social, impulsadas desde el poder, que resaltan postulados como que “solo puede sobrevivir el más fuerte”, en lenguaje actual ,“las personas más ricas”, y la utilización de la teoría del Shock, están sirviendo para que el sistema capitalista salga fortalecido.

Las medidas adoptadas para solventar la pandemia han generado controversia y han visibilizado las carencias en el cuidado de las personas sin recursos y más desfavorecidas. Nos referimos a la situación de nuestros mayores en las residencias, a la de quienes carecen de hogar o no tienen papeles, a la que se vive en los centros de internamiento de personas extranjeras... El capital está obteniendo ventajas respecto a las medidas sociales y existen evidencias de que la sociedad, los sindicatos y movimientos sociales en activo, no quiere aceptar ese desequilibrio. Por eso, habrá lucha para ver quién paga el pato (el modelo privado o el público).

Esta crisis repercute en la conciencia social y pone en cuestión los valores sociales actuales, rescata la importancia de los recursos públicos y desprestigia las medidas neoliberales. Con la crisis adquirimos conciencia de que el modelo debe cambiar. De eso se trata. Ahora tenemos la oportunidad de reorganizar un sistema que hasta ahora se ha sostenido desde lo privado y lo informal, desde lo invisible y en el que las mujeres son protagonistas, más aún las mujeres de clases obreras y migradas. Ellas desarrollan el trabajo no remunerado; son empleadas de hogar, cuidadoras en residencias, trabajadoras de ayuda a domicilio, cajeras, limpiadoras y constituyen el 80% de la plantilla en servicios de salud y sociales. La gran inversión social que son los cuidados corre a cargo de mujeres que desarrollan este trabajo de manera gratuita o precarizada, en el marco de un modelo que utiliza la desigualdad entre sexos y el racismo como sostén de esta precarización.

No podemos permitir que la deuda pública que se va a generar, la paguen las generaciones que están aún por llegar a golpe de recortes sociales u laborales y subida de impuestos a las clases populares. No debemos admitir que se precarice la vida de la mayoría en beneficio de los grandes capitales. No queremos controles territoriales, ni digitales, ni militares con la excusa del control sanitario. El sistema de excepción incentiva el avance de los fascismos y recorta democracia y libertades. Y si perdemos esos derechos jamás volveremos a recuperarlos.

Apostamos por un rescate social basado en el Proyecto Europeo de Economía Sostenible que ponga el foco en la gente más vulnerable, que impulse una fiscalidad al servicio de la transición hacia un modelo que ponga la vida y el cuidado en el centro, hacia una planificación económica con presupuestos sociales, antirracistas y antipatriarcales. Queremos un plan que favorezca las soberanías, y a la vez organice la solidaridad internacional; que nacionalice los sectores estratégicos, relocalice la economía, consiga redistribuir la riqueza y el trabajo, establezca impuestos a las grandes fortunas y cancele hipotecas y alquileres mientras dure la pandemia. Defendemos leyes que garanticen la soberanía de la salud pública y la protección civil, no militarizada; normas que regularicen la situación de las personas pendientes de autorización de residencia y que aprovechen la necesidad del mercado para comprar acciones de grandes empresas transitando así, hacia un sistema público que convierta esa inversión en beneficios públicos.

La crisis económica no convierte a la patronal y al capital en víctima del covid-19, cuando sabemos que es el responsable. Evidenciemos una vez más que este modelo económico genera privilegios a la minoría mientras la mayoría se ve avocada a una lucha incansable por sobrevivir. Es la hora de conquistar el control del nuestras vidas y nuestros mundos a través de la organización social, la solidaridad y el pensamiento crítico.

Alternatiba