He tenido la suerte de conocer Colombia y en particular Bogotá, como es natural lo primero que percibes son las diferencias con el lugar de donde procedes y son llamativos una serie de datos que podríamos calificar en principio como distintos: Un país con la extensión doble que la de España y una capital con una población como Madrid y Barcelona juntas, es lógico que impresione con esas dimensiones. Ante todo, querría resaltar la amabilidad y buen trato de sus habitantes y de forma especial en la casa y familiares cercanos que me hicieron una estancia agradable. En cuanto a la ciudad, si algo te sorprende es la venta no ya de tiendas de barrio o centros comerciales, sino en particular la venta ambulante, parada en la calle o en continuo movimiento con los aparatos más diversos.

La flota de taxis de 52.000 unidades, unas 250.000 motos, más los coches particulares, bicicletas, autobuses para los más diversos servicios y en particular los trasmilenium a los que se llega en otros más reducidos llamados alimentadores, son un auténtico problema y no digamos si se produce un atasco que hace que los tiempos para cualquier tema puedan muchas veces fallar. Haciendo difícil la circulación, mientras el proyecto del metro no termina por ponerse en marcha. El museo del Oro, o el de Botero cuidados con esmero son auténticas joyas, como los parques Botánico o de Simón Bolívar y a unos kilómetros de la ciudad la catedral de la Sal subterránea hecha en una mina donde se sigue un vía crucis y en su entorno el museo Arqueológico y el de la Salmuera curiosos y atractivos. Una visita sumamente agradable y llena de agradecimientos, aunque por Vitoria resulta más fácil moverse y circular.