La decisión de EH Bildu de no apoyar las enmiendas a la totalidad al proyecto de Presupuestos para el año 2019 presentado por el Gobierno que preside Iñigo Urkullu y, por tanto, permitir su tramitación parlamentaria y la discusión de las enmiendas parciales cabría entenderse como un paso hacia la aprobación de las cuentas. Aun a pesar de que esa postura no termina de corresponder del todo al esfuerzo realizado por el Ejecutivo por dar respuesta a los planteamientos de la formación abertzale. De hecho, el rechazo al proyecto no hubiese sido muy sencillo de razonar -tampoco lo será, en su caso, al final del procedimiento, el 21 de diciembre- por EH Bildu no ya debido al nítido espíritu social de los presupuestos, que dedicaban inicialmente 4 de cada 5 € (9.180 de los 11.784 millones) a políticas sociales e incluían una actualización de las ayudas hasta los 497,5 millones de euros, sino también porque en la negociación de las Cuentas se han planteado modificaciones por valor de más de 215 millones de euros de los 233 millones que EH Bildu planteó a finales de noviembre en 19 enmiendas. La subida del 7% en los complementos a las pensiones más bajas en 2019 (hasta 783€ mensuales) y de un 5% añadido en el siguiente ejercicio, que las situará en 822€ y las acerca mucho a la pretensión de 858€, refuerzan esa sensación de que la lógica de las propias Cuentas debería empujar hacia un acuerdo que finalmente permita su aprobación. Dicho esto, y a pesar de que los presupuestos son la herramienta que permite calificar la acción de gobierno y al mismo tiempo la vía por la que la oposición puede pretender influir en la misma, queda por cotejar aún el aspecto político de la negociación, la capacidad de EH Bildu para admitir la responsabilidad inherente a su participación en la elaboración de las cuentas, cuyo margen de negociación, por más que dilate sus tiempos, ya es más que exiguo. Es decir, si la decisión de la formación abertzale se aleja de maximalismos y en ella pesa más la consecución de objetivos, la pragmática conversión de la labor parlamentaria en capacidad de influencia, o por el contrario aún son lastre las que se antojan antiguas dinámicas de resistencia a los acuerdos con el PNV y su socio de gobierno, el PSE. Será relevante en el ámbito presupuestario, pero más aún porque despejaría el horizonte a otros acuerdos que la sociedad vasca demanda y necesita.
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