el régimen del 78, el pacto constitucional al que llegamos todos los españoles para apartar rencillas y cainismos, el todo atado y bien atado, la correa de transmisión de la banca y el Ibex 35, el candado de las cadenas que oprimen a las naciones sin estado, la Democracia Española con mayúsculas o como se le quiera llamar, el sistema, en definitiva, se acaba de pegar un tiro en el pie. Hace ya casi diez años, cómo pasa el tiempo, los dos grandes partidos desmontaron todo un argumentario construido durante décadas reformando la Constitución a escondidas mientras todo el mundo comía gambas en el chiringito. Los poderes Legislativo y Ejecutivo empezaron entonces a desvestir al muñeco. La judicatura mantenía el tipo, pues al margen de los tópicos sobre los robagallinas y cierta imagen de casposidad, se consideraba que del cordón umbilical que une a partidos y señoras y señores togados tiraban más los primeros que los segundos. Además el photocall de Soto del Real sació la sed de Justicia de la calle, y la acción judicial contra el independentismo catalán generó, numéricamente, más adhesiones en el centro que rechazos en la periferia. Todo ese crédito lo ha perdido ahora el poder Judicial con la pirueta del Supremo a cuenta del famoso impuesto. Han caído de cráneo.
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