Lo que son las cosas. Estaba yo decidido a escribir en esta breve reseña literaria sobre lo modernos que son los millennials y lo viejunas que se están quedando todas mis circunstancias. Sin embargo, no voy a poder, al menos, no como pretendía, ya que, al parecer, los citados ya no son lo más de lo más. Aunque no se lo crean, los registros más sesudos editados al respecto, adornados con todo tipo de estadísticas y disposiciones oficiales, especifican que los aludidos se han quedado casi tan apolillados como las enaguas para ir a misa los domingos y fiestas de guardar y tan olvidados como adornar un estilismo con patillas de feroz bandolero andaluz, ya que es la generación Z la que, presuntamente, estaría partiendo la pana en la actualidad. Así que, me temo, en la esquina en la que la sociedad arrincona a las subespecies humanas que ya no están de moda no va a quedar espacio ni para echarse un pitillo con cierta dignidad. Lo digo, porque en ella estamos desde hace años los que formamos parte de la generación X y los baby boomers, otrora protagonistas de estelares momentos históricos y hoy secundarios de series como Cuéntame en la que, yo aviso, pronto empezarán a asomar el hocico los millennials desplazados de su privilegiada situación.
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