Perplejidad
Hay guiones pergeñados en las mentes más iluminadas de la industria del séptimo arte en Hollywood menos enrevesados que lo que está sucediendo con el caso de la desaparición y muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi. Van a perdonar si me pongo trascendente en esta atalaya literaria, pero es que aún estoy perplejo ante la situación más grotesca que ha trascendido hasta la fecha en los mundos de las relaciones internacionales y los Derechos Humanos. Y no ya por lo evidente, que es la grave conculcación de los derechos más elementales a un periodista que, en su debe, se encontraba el hecho de ser crítico con la teocracia feudal y autoritaria gobernada por la familia Saud con mano de hierro. Desde que saltaron las alarmas por el terrible asesinato del citado han abundado los comunicados de condena elaborados por una pléyade de Estados occidentales preocupados por la forma en la que un comando de 15 sicarios raptó, torturó con saña, asesinó sin compasión e hizo desaparecer el cuerpo del disidente en una legación diplomática saudí. Ciertamente, todo ello es terrible, pero, si no me equivoco, el mismo país masacra desde hace varios años a la población de Yemen con acciones militares indiscriminadas sin que tal circunstancia haya provocado demasiado revuelo.