Venía yo con ganas a la redacción después de varias semanas dedicado en cuerpo y alma a ver cómo crecía mi contorno abdominal después de cebarlo a conciencia y a saciar mi sed con una carta de cervezas de lo más nutrida. Sin embargo, mis ganas de alardear de vacaciones se han visto truncadas por una realidad insuperable: el regreso a la rutina laboral. Nada más encender el ordenador al que parezco atado de por mi vida, el buen color que me cubría tras haber disfrutado de mil y un paseos y excursiones al aire libre ha desaparecido por arte de magia y mis ojeras han vuelto a instalarse donde acostumbraban para volver a ofrecer a todo aquél que repara en mí una imagen lastimosa. En cualquier caso, y pese a todas las taras que he vuelto a retomar, lo cierto es que las realidades que dejé atrás para sumergirme en mi tiempo de ocio parecen haber regresado justo al punto en que las abandoné esperando no volver a oír hablar de ellas. Ahí están aún, entre otros muchos asuntos, el conflicto catalán, los rumores sobre un próximo cepillado al nuevo estatus vasco y a Rivera y Casado o a Casado y Rivera (que aún no acabo de diferenciarlos) pugnando por situarse fuera de cuadro para regocijo de sus huestes, un tanto desvencijadas por los acontecimientos. Por desgracia, nada cambia.
- Multimedia
- Servicios
- Participación