ya sé que no es muy guay reconocer que te gusta ese deporte de millonarios en calzoncillos detrás de un balón. Soy consciente de que a los que no les gusta el fútbol les horroriza la idea de que las conversaciones giren a partir de ahora sobre la maestría o ineptitud de tal o cual jugador, de tal o cual entrenador. El estado de ánimo de muchos durante la semana se verá alterado para bien o para mal por lo que ocurrió el fin de semana en el estadio. Muchos hogares se verán soliviantados por las discusiones en torno al mando de la televisión. Habrá familias que se dividan irremisiblemente durante, al menos, un par de horas a la semana. Y estoy de acuerdo con el exceso que supone tratar a los futbolistas como héroes, como referencias de modo de vida, envueltos como están en sus burbujas doradas y ajenos absolutamente a los sinsabores que jalonan la cotidianidad de las personas normales. Soy muy comprensivo con los detractores, entiendo todos sus argumentos e incluso los comparto cuando me da por pensar con racionalidad... Comienza la Liga. Por fin. Cada vez empieza antes -acuérdense de cuando había que esperar a septiembre- y, sin embargo, cada vez se me hace más larga la espera. Y eso que ha habido un Mundial de por medio. Menos mal.