un tal Jim Ratcliffe decide cambiar su domicilio fiscal a Mónaco para pagar menos impuestos en su país de origen, Inglaterra. “Uno más”, pienso, hasta que avanzo un poco en la lectura y me doy cuenta de que el tal Ratcliffe es el tipo más rico del Reino Unido. “Otro chorizo”, profundizo en mi análisis. Pero, ya puestos, sigo leyendo y me entero de que el tal Jim es, además de multimillonario, un apóstol del nacionalismo inglés y uno de los defensores más recalcitrantes del Brexit, de abandonar la Unión Europea con el argumento de que Inglaterra vivirá mejor sola que mal acompañada. Pues no será gracias a él, desde luego. Su fortuna de 23.500 millones de euros y todas las operaciones relacionadas con los 10.000 trabajadores británicos de su empresa petroquímica Ineos se marchan a Mónaco como, sigo leyendo, hace seis años emigraron a Suiza para huir del entonces maldito gobierno laborista. Ahora se repite el proceso, aunque ya sin argumentos políticos a los que aferrarse, que los que mandan hoy en Inglaterra son de lo más conservadores, como el propio Jim Ratcliffe. Será, quizá, que el dinero no entiende de ideologías ni de sentimientos y mucho menos se significa por su patriotismo. Al dinero hay que ponerle coto, ya sabíamos, para que no nos traicione.