Concentraciones, condenas oficiales, declaraciones, acción policial, acción judicial... De pronto, lo de tintar las fiestas de morado parece que se nos queda suspendido en el aire. De pronto, así, como un sopapo, recordamos que esto de la violencia machista, de las agresiones sexuales, del abuso -como si el uso fuera aceptable-, esto de las violaciones, de la desigualdad, no tiene que ver con las fiestas, aunque algunos las hayan utilizado durante mucho tiempo como una coartada atenuante. Que esto, la discriminación, el acoso, la violencia, que todo tipo de agresión de índole machista o sexista en realidad afecta a cualquier franja de edad, a cualquier clase social, sin discriminar por lugar de nacimiento, ni por raza, ni por nivel educativo, ni por la fecha del calendario. Que cualquier día normal a una redacción llegan varias notificaciones oficiales de intervenciones policiales o denuncias por violencia machista y que da miedo pensar en las que no llegan a salir a la luz. Que ya basta de justificaciones. Que ya basta de que una mujer tenga que pensar por dónde camina por si acaso, cómo se viste por si acaso, si sonríe por si acaso, cómo mira por si acaso... o si, llegado el horror, se defiende con la suficiente energía, por si acaso. Que ya basta.
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