andan los nuevos populares y los viejos ciudadanos -que fíjate tú cómo cambian las cosas en poco tiempo- criticando con fiereza el “buenismo” de Pedro Sánchez desde que permitiera desembarcar en Valencia a aquellos 630 pobres desgraciados del errante Aquarius, repudiado en el resto de Europa. Que si el socialista es un irresponsable por el efecto llamada que causará su gesto, que si tendremos que enfrentarnos a las “decenas de millones” (Casado dixit) de emigrantes que vendrán a invadirnos, que si “hay que ser solidarios pero contundentes” (nuestro Maroto dixit), que si “no puede haber papeles para todos” (Rivera dixit)... En fin, declaraciones de lo más populistas que obvian los deberes humanitarios más elementales y esquivan la mínima responsabilidad que debe guiar las actuaciones de cualquier dirigente para tratar de captar el voto fácil teñido de componentes racistas y xenófobos que tanto abundan en los estratos más egoístas de la sociedad. Luego, eso sí, el sustituto de Rajoy no tiene ningún rubor en pasar la mañana estrechando manos y fotografiándose con inmigrantes recién arribados a Ceuta para, por la tarde, reclamar concertinas nucleares y vallas electrificadas. Exagero, quizá, y se nota que prefiero el buenismo al “malismo” de estos.