La desoladora imagen del Parlamento Europeo vacío mientras se debatía sobre el destino de las 600 personas que viajaban en el Aquarius vino a dar argumentos a quienes despotrican contra los políticos con escaño en usufructo, así que por llevar un poco la contraria romperé una lanza a favor de los mismos. Yo hablo de lo que conozco, y como echo más horas en el Parlamento Vasco que el árbol de Basterretxea me siento con autoridad para opinar al respecto. Hay parlamentarias y parlamentarios, de los cinco partidos, que se dedican a defender los intereses de un colectivo o sector, el que sea, que escuchan sus demandas y las trasladas a la Cámara, que además meten horas para dominar los temas de los que hablan y que los exponen bajo el prisma ideológico de las siglas en cuyas listas concurrieron a las elecciones. Luego negocian con los demás y llegan, o no, a un acuerdo. En definitiva, se dedican a representar a quienes les votaron, que es su trabajo, y lo harán mejor o peor, pero se lo curran. Los hay también que aportan menos, pero prefiero no incidir en este punto porque hoy no tengo el cuerpo para follones. En todo caso, que sepa la ciudadanía vasca que el Parlamento cumple con su función, pues es un fiel reflejo, para lo bueno y para lo malo, de la sociedad a la que representa.